jueves, 13 de febrero de 2014

Un mensaje encerrado en cuatro paredes. Marta Agea.

Cuando uno se topa con una obra de Txomin Badiola se da cuenta que las obras de este autor son en realidad  un elemento de consumo que nos quiere transmitir un mensaje. El arte, estudiado desde un punto de vista semiótico, es una forma de comunicación exclusiva del ser humano, en la cual el canal sería el material del que está hecha la obra, el mensaje sería la obra misma y el receptor son los espectadores. La obra de Badiola ha pasado del constructivismo a la deconstrucción artística de la imagen mediática, presentándolas así como una performance de la que quedan los signos de las presencias fragmentarias o ausentes. 
 Las obras de Badiola que se muestran en esta exposición están a caballo entre la escultura y la pintura, hechas en metal. Su exposición no se podría definir como de pintura o escultura, ya que fusiona los elementos propios de las dos artes. Por otro lado, el elemento de autoridad, que en sí mismo, conlleva una sentencia grabada sobre una superficie, está simultáneamente afirmado y negado la especialidad que suspende las palabras en dimensiones más complejas, ofreciendo una resistencia al automatismo de la lectura. Así pues, tenemos unas obras de difícil interpretación, con una gran complejidad. Sin embargo, la idea de su trabajo se crea a partir de los juegos de palabras, de texturas y de diferentes materiales, así como de distintas figuras geométricas y fotografías. Estos juegos de palabras también están presentes en su cartel “Capitalismo anal Capitalism”. Algunas de sus obras me recuerdan a la técnica del collage, incluso a algunas obras de Marcel Duchamp. Con estos juegos, el autor va articulando la obra y dando forma al mensaje que nos quiere transmitir, convirtiéndola en una obra parlante. La instalación de Badiola se podría comparar también con una obra teatral que mezcla todo tipo de artefactos y materiales con el objetivo de transmitirnos una idea. Esto lo podemos poner en relación con la obra escultórica de Jorge Oteiza, artista que le sirvió de referencia, o también en la de Chillida o Basterretxea.Las grandes dimensiones y la ubicación de cada uno de los paneles de madera de las instalaciones, determinan un itinerario tortuoso, como una esquemática alegoría de la orografía del País Vasco. El artista da a su geometría una mayor narratividad, e incorpora en la superficie de sus paneles, colores e imágenes fotográficas. También utiliza la serigrafía. Todo este despliegue de medios hace que las obras sean unas obras narrativas, y por lo tanto se enfatiza el significado del trabajo de Bandiola. 
 Esta exposición nos invita a reflexionar sobre nuestra cultura, y nos habla de  la identidad del artista.  Es una exposición difícil de entender que hace que nos esforcemos para buscar un sentido a la obra, por lo que el espectador, en ese aspecto, es un espectador activo. Las formas geométricas, los mensajes y las imágenes de la obra interactúan con nosotros y nos implican en el mensaje que quiere darnos el artista. Se trata de un gran teatro en el que las obras hablan por sí solas en un diálogo que se establece entre ellas y nosotros, o lo que es lo mismo, entre el artista que refleja sus ideas mediante sus creaciones, y los que visitamos la galería.

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