miércoles, 19 de febrero de 2014

Construcciones humanas


Irene Alarcón

Lara Almarcegui conjuga tres facetas distintas en su producción; la de artista, la de investigadora y la de activista. Toda su producción gira entorno a dos ejes principales que la articulan; aquella esencia imperceptible, aquello que hay bajo tierra, debajo del suelo que pisamos pero que no vemos a primera vista porque se encuentra oculto y la oposición fuerte que se da entre la intervención del ser humano con sus construcciones de arquitectura para habitar el terreno, y la naturaleza pura, impoluta, desconocida y no corrompida por el intervencionismo y la visita del ser humano.

            Su última exposición presenta de manera sintetizada estos dos puntos fundamentales. Muestra cómo, desde que tuvo lugar la Revolución Industrial, desde mediados del XVIII al primer cuarto del XX,  vivimos en un mundo cambiante, debido a su constante construcción y destrucción,  dos hechos que parecen nunca acabar,  debido al incremento demográfico y velocidad del ritmo propio del estilo de vida hoy día. Estas construcciones y destrucciones, que se dan a un ritmo veloz, son fruto de un mundo globalizado síntoma de la era capitalista  en la que vivimos hoy en día. Los rascacielos, son una muestra del anhelo del ser humano por tratar de superarse a sí mismo, utilizando  los últimos materiales de un modo complejo con la tecnología punta y construyendo varios pisos. Rocas de la Isla de Spitsbergen, Svalbard, 2014, se plasma, como explica la artista en su entrevista para El Cultural, ese deseo de las personas por adquirir riqueza y méritos a través de la extracción y descubrimientos de nuevos materiales que luego serán manipulados científicamente para la construcción, y que configurarán los rascacielos. Dichas construcciones, a veces pueden no estar reguladas por leyes de construcción o leyes del terreno, una causa que se une al ajetreo de la vida cotidiana. Estos hechos a veces pueden suponer la destrucción de casas, edificios viejos, abandonados, en mal estado, ocupando el espacio que antes pertenecía a éstos, pero otras veces no. Sin embargo, es interesante ver el marcado contraste que se produce entre ellos porque mientras en un lado del mundo se ha construido un rascacielos de oficina en la otra punta se ha demolido una casa vieja. En las ciudades también se encuentran superficies de terreno sin trabajar, tierra no labrada en la que no se ha intervenido, espacios, solares  vacíos, además de edificios existentes que son construidos de nuevo de arriba abajo y o de los que sólo se remodela el interior.  Las ciudades son un conglomerado variopinto, una mezcla compleja de estas cuatro acciones; la no construcción, la construcción, la destrucción y la remodelación. Estas tres últimas fases pueden darse en un único proceso si es una remodelación completa y total del edificio. Las destrucciones de viejos edificios, a pesar de que no al mismo nivel que las construcciones de rascacielos, también ocurren. 

Los solares son un entorno, reductos de naturaleza pura en medio de cualquier ciudad. Almarcegui, en su faceta de activista, ha luchado y sigue luchando por preservar estos últimos “respiros” de la pureza de la naturaleza en medio de una arquitectura agobiante, como explicaba ella en su entrevista por Paula Achiaga en El Cultural el cinco de febrero, día de la inauguración. El vídeo de Casa Enterrada, Dallas 2013, es el reflejo de un solar de “nueva planta”, un espacio, que tras ser demolido una vieja casa, sólo queda un diminuto recordatorio de lo que era la estructura, como se explica en la nota de prensa de la galería Parra & Romero, la memoria de sus antiguos habitantes,  y un espacio en blanco, vacío.   

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