Sofía Corrales
“ Y se corría a ochenta kilómetros por hora hacia las luces que crecían poco a poco, sin que ya se supiera bien por qué tanto apuro, por qué esa carrera en la noche entre autos desconocidos donde nadie sabía nada de los otros, donde todo el mundo miraba fijamente hacia adelante, exclusivamente hacia adelante.” Es la frase que cierra el relato Autopista del Sur. Cortázar ponía ya los ojos, preocupado, en un gran atasco entre Fontainebleau y París donde los burgueses quedaban atrapados a la vuelta del descanso vacacional. El atasco físico acababa durando días. El mental sigue fuerte. En 1976 el director francés Godard retomaba esta patética escena en la película Weekend.
“ Y se corría a ochenta kilómetros por hora hacia las luces que crecían poco a poco, sin que ya se supiera bien por qué tanto apuro, por qué esa carrera en la noche entre autos desconocidos donde nadie sabía nada de los otros, donde todo el mundo miraba fijamente hacia adelante, exclusivamente hacia adelante.” Es la frase que cierra el relato Autopista del Sur. Cortázar ponía ya los ojos, preocupado, en un gran atasco entre Fontainebleau y París donde los burgueses quedaban atrapados a la vuelta del descanso vacacional. El atasco físico acababa durando días. El mental sigue fuerte. En 1976 el director francés Godard retomaba esta patética escena en la película Weekend.
Badiola no es, desde luego, el primero que se fija en la manera en que el
confort material es siempre y sólo potencial.
Parece que el tiempo (en el caso de la película, por seguir sujetos a un
ejemplo concreto) acaba por consumirse en accidentes y atascos interminables. El término
Capitalismo Anal surgió en una conversación
entre Silverman y Faroki sobre esta obra de Godard, y su potencialidad inspiró a Badiola a titular
así su exposición, que podemos hoy encontrar en la galería Moisés Pérez de Albéniz. En ella el artista toma una actitud mucho más desnuda,
directa, y sin embargo encriptada, para
enfrentarse al extasío devorador del
sistema capitalista.
El arte, como explica José
Jiménez cuando mira a Badiola, se ha convertido en un factor más de consumo, se
integra en un mercado, y se nutre en su mayoría de las personas con capacidad
económica para coleccionarlo, intercambiarlo, y moverlo por el mundo a golpe de
talonario. La posición de Badiola es tan compleja como abierta a lecturas
diversas y erróneas. Muchos de los
visitantes se exasperan por su hermetismo. Pero quizás no es otra cosa que un desafío a
la prisa e inmediatez que caracteriza al funcionamiento del sistema capitalista.
Quien no se tome el tiempo de leer y documentarse se lo pierde. Pero del todo, además. Nos lo pone difícil y esto es halago,
que para cosas fáciles ponemos los 40 principales y se acabó.
En su libro Estética Relacional, uno de los máximos
referentes para Badiola, Bourriaurd
hablaba del arte como “la organización de presencia compartida entre objetos,
imágenes, y gente”. Como algo carente de
sentido sin la actividad del receptor. Peio Aguirre reflexionaba también sobre esta visión que tiene Txomin
Badiola del sujeto artista como una superficie sobre la que se posan signos, palabras, y
estímulos. El artista es pantalla vacía
o página en blanco.
La primera parte de la muestra,
recogida bajo el mismo título de Capitalismo
Anal, es un conjunto de estructuras planas, de metal, con textos grabados y
descompuestos. La segunda consiste precisamente en una pantalla metálica, Entelequia, que se dedica a destrozar textos Freud y Montaigne a partir de
su traducción intencionadamente imprecisa a múltiples idiomas. La obra, que ya fue presentada en
el 2010 en el proyecto Primer Proforma del MUSAC, reflexiona sobre la
doble articulación del lenguaje, difumina los límites entre significado o
contenido y expresión. Badiola defiende
que arte debe ser activo, abierto y
susceptible al cambio de significado ante cada persona que lo enfrenta. La obra
Entelequia lleva al plano físico esta idea, siendo ella misma un ejemplo
del discurso como ente móvil que se ajusta como flabber a los esquemas
cognoscitivos del espectador.
Volviendo al principio. La disonancia
que se crea con el título Capitalismo
Anal es tal que los conceptos cobran
sentido y vibran al fin por separado. El
aletargamiento automático en que nos sume el ritmo consumista tiene entre sus
síntomas una pasividad peligrosa que es, sin embargo y por supuesto, incitada a
diario por el sistema. El receptor realiza aquí la obra al sentir estos
conceptos de nuevo como frescos. Sin él
no está completa. Badiola nos reta a que salgamos fuera de la espiral y la
miremos desde fuera de manera crítica. Claro está, no se
regala nada, el espectador tiene que hacer un esfuerzo.
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