jueves, 13 de febrero de 2014

Será usted arrastrado hasta que diga basta

Sofía Corrales

“ Y se corría a ochenta kilómetros por hora hacia las luces que crecían poco a poco, sin que ya se  supiera bien por qué tanto apuro, por qué esa carrera en la noche entre autos  desconocidos donde nadie sabía nada de los otros, donde todo el mundo miraba fijamente hacia adelante, exclusivamente hacia adelante.” Es la frase que cierra el  relato Autopista del Sur. Cortázar  ponía ya los ojos, preocupado, en un gran atasco entre Fontainebleau y París donde los burgueses quedaban atrapados a la vuelta del descanso vacacional.  El atasco físico acababa durando días. El mental sigue fuerte. En  1976 el director francés Godard retomaba esta patética escena en la película Weekend.  
Badiola no es, desde luego,  el primero que se fija en la manera en que el confort material es  siempre y sólo potencial. Parece que el tiempo (en el caso de la película, por seguir sujetos a un ejemplo concreto)  acaba por consumirse  en accidentes y atascos interminables. El término Capitalismo Anal surgió en una conversación entre Silverman y Faroki sobre esta obra de Godard,  y su potencialidad inspiró a Badiola a titular así su exposición, que podemos hoy encontrar en la galería Moisés Pérez de Albéniz. En ella el artista toma una actitud mucho más desnuda, directa,  y sin embargo encriptada, para enfrentarse al extasío  devorador del sistema capitalista.
El arte, como explica José Jiménez cuando mira a Badiola, se ha convertido en un factor más de consumo, se integra en un mercado, y se nutre en su mayoría de las personas con capacidad económica para coleccionarlo, intercambiarlo, y moverlo por el mundo a golpe de talonario. La posición de Badiola es tan compleja como abierta a lecturas diversas y erróneas.  Muchos de los visitantes se exasperan por su hermetismo.  Pero quizás no es otra cosa que un desafío a la prisa e inmediatez que caracteriza al funcionamiento del sistema capitalista. Quien no se tome el tiempo de leer y documentarse se lo pierde. Pero del todo,  además. Nos lo pone difícil y esto es halago, que para cosas fáciles ponemos los 40 principales y se acabó.
En su libro Estética Relacional, uno de los máximos referentes para Badiola, Bourriaurd hablaba del arte como “la organización de presencia compartida entre objetos, imágenes, y gente”.  Como algo carente de sentido sin la actividad del receptor. Peio Aguirre reflexionaba también sobre esta visión que tiene Txomin Badiola  del sujeto artista como una superficie sobre la que se posan signos, palabras, y estímulos.  El artista es pantalla vacía o  página en blanco.
La primera parte de la muestra, recogida bajo el mismo título de Capitalismo Anal, es un conjunto de estructuras planas, de metal, con textos grabados y descompuestos. La segunda consiste precisamente en  una pantalla metálica, Entelequia, que se dedica a  destrozar textos Freud y Montaigne a partir de su traducción intencionadamente imprecisa a múltiples idiomas.  La obra, que ya fue presentada en el 2010 en el proyecto Primer Proforma del MUSAC, reflexiona sobre la doble articulación del lenguaje, difumina los límites entre significado o contenido y expresión.  Badiola defiende que  arte debe ser activo, abierto y susceptible al cambio de significado ante cada persona que lo enfrenta. La obra Entelequia lleva al plano físico esta idea, siendo ella misma un ejemplo del discurso como ente móvil que se ajusta como flabber a los esquemas cognoscitivos del espectador.
Volviendo al principio. La disonancia que se crea con el título Capitalismo Anal es  tal que los conceptos cobran sentido y vibran al fin por separado.  El aletargamiento automático en que nos sume el ritmo consumista tiene entre sus síntomas una pasividad peligrosa que es, sin embargo y por supuesto, incitada a diario por el sistema.  El receptor realiza aquí la obra al sentir estos conceptos  de nuevo como frescos. Sin él no está completa. Badiola nos reta a que salgamos fuera de la espiral y la miremos desde fuera de manera crítica.  Claro está, no se regala nada, el espectador tiene que hacer un esfuerzo.


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