Begoña Illescas Díaz
Mientras las
instituciones corruptas de nuestros días, en su afán de búsqueda de beneficios,
se dedican a especular y a destruir lo que ya existía para construir y
urbanizar nuevos terrenos, hay artistas capaces de encontrar la belleza en lo
que un solar muestra, en lo que esconde y en su historia. No les interesan los
objetos, sino los espacios que ocupan o que pueden llegar a ocupar. Tal es el
caso de Lara Almarcegui, que en su exposición “Por debajo/Undernath” reflexiona sobre la realidad que se esconde
en el subsuelo de un espacio vacío, para intentar transmitirnos su esencia, su
pasado, su trascendencia en la vida social del lugar y las perspectivas que
ofrece. Son espacios para meditar sobre su vida anterior, su momento actual y su
futuro.
Dos son las
obras que constituyen la muestra: Las
Rocas de la Isla
de Spitsbergen. Svalbard, 2014 y La Casa Enterrada. Dallas,
2013. La primera es una relación, con su expresión volumétrica, de las
rocas que actualmente componen la isla, que no son las de su origen geológico
sino las que quedan tras haber sido explotada mineralógicamente, después de
haberse destruido el territorio originario, a fin de recapacitar sobre las
repercusiones que traería consigo el reinicio de la actividad minera. La constatación
de la existencia de “rocas desconocidas” nos indican los límites de la ciencia,
dejando una impresión de desasosiego. En La
Casa Enterrada dos grandes máquinas actúan como agentes destructores,
procediendo a la demolición de una casa cuyos restos se entierran en el mismo
suelo en que se construyó, bajo la mirada atenta de desocupados espectadores.
Con la casa hacen desaparecer, en pocos minutos, los objetos y los recuerdos de
sus antiguos moradores. El resultado es una loma, que queda como mausoleo
permanente de la anterior existencia de la edificación. La calidad de la tierra
con que se cubren los escombros tiene el aspecto de ser muy fértil y podemos
pensar que, al integrarse con ella los restos de la casa, enriquecerán el
incierto futuro de ese lugar, transformándolo en un jardín.
Los detalles
de la evolución de los solares son recogidos por Lara Almarcegui en su obra
titulada Guía de descampados, en la
que hace un estudio detallado de una serie de solares de diversas ciudades,
como Sao Paulo y Londres, catalogándolos, describiéndolos e investigando sus
orígenes. Algunos son terrenos con pasado agrícola, urbano o industrial,
mientras que otros, completamente nuevos, como los ganados al mar, son, según
sus propias palabras, “como páginas en blanco”. La ciudad contemporánea es un organismo
vivo, en donde el hombre construye, destruye y reconstruye. Es una actividad
constante que no acaba nunca y que va transformando permanentemente el paisaje.
La autora afirma que su trabajo es más una crítica a la arquitectura que una
defensa de la naturaleza, pero cuando en el entorno urbano se quita espacio a
lo construido, se está dando lugar a la naturaleza. De esta forma, su discurso
enlaza con el Land Art y la
Ecología , uniendo el arte con el desarrollo sostenible.
Cuando se habla de arte en el espacio público nos estamos refiriendo a
proyectos que mejoran las condiciones del lugar, sin embargo esto no suele
ocurrir, ya que la especulación y el consumo son los motores que con mayor
frecuencia contribuyen a modelar la noción contemporánea del espacio. Como
reacción frente a estos excesos, la fotografía, la documentación y la
imaginación, son las herramientas que han permitido descubrir, bajo la realidad
visible de un solar vacío, la otra realidad invisible que yace oculta en sus
entrañas, su historia pasada y su potencialidad futura.
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