lunes, 10 de febrero de 2014

Mejor fuera que dentro

Mejor fuera que dentro
Carolina Hernández García

El arte no puede cambiar el mudo, pero si algunas cosas sentencia Avelino Sala. Pues cosas son precisamente lo que se expone en la galería Ponce+Robles de Madrid. Avelino Sala (Gijón, 1972) comisario, editor y artista nos propone una necesaria reconsideración del panorama social, político y económico actual. Este discurso sigue estando a la orden del día en el arte contemporáneo mientras se siga jugando a dibujar (literalmente) los límites de la libertad.
Avelino Sala expresa esta libertad mediante el uso de diferentes medios y formatos para la creación de su obra artística, así como el video, la pintura o la escultura buscando de ellos la coherencia del conjunto, en forma y contenido. Por otro lado ejerce su libertad directamente ya que de alguna manera, exponer es exponerse. Sin embargo ¿dónde se encuentran los límites de su libertad? En la propia galería. Como hizo anteriormente con su obra el enemigo está dentro, disparad sobre nosotros, insertada al aire libre sobre la fachada del teatro de La Laboral en Gijón, accesible a todo tipo de miradas y juicios, cumpliendo la función crítica y social que demanda, el arte por y para el pueblo.  Bajo el título de “The locked-in syndrome” refiriéndose a ese síntoma común (que se está convirtiendo en enfermedad crónica) del paralizado, de la consciente y casi irremediable actitud estática, comparada con los incesantes sucesos actuales que adoptamos vagamente como imposibles. Se trata pues, de un arte alegórico de experimentación y transmisión de la memoria colectiva, donde cada obra guarda relación con la anterior facilitando su comprensión en total: una capa castellana en el centro y como obra central nos recuerda que hay cosas que nunca cambian y la manipulación es una de ellas. Influido por el dualismo de Descartes se lee en ella Larvatus Prodeo que significa avance enmascarado que sigue y sigue. Manipulados y olvidados también se encuentran los derechos humanos, así lo demuestra el propio artista tallándolos a modo de chuleta sobre una treintena de bolis bic, eso sí, para que los recordemos (aunque sólo sea dentro de la galería) añade un video del proceso de creación del artista y de la obra misma, donde se escucha el chirrío de los derechos del hombre como algo ilegible e incomprensible si no volvemos a prestarles atención. “The locked-in syndrome”  también muestra una serie de pinturas de quema de banderas o manifestantes con tintes reaccionarios que, sin embargo, se encuentran desactivadas como hechos efímeros y actos en vano. La revolución de nuestro tiempo nada tiene que ver con el extrañado Mayo del 68, porque de nuevo, no partimos de las mismas libertades, Cui Prodest? , un neón que nos pregunta sobre esta falta de transparencia que tanto nos caracteriza en general y a la política en particular o, sobre qué sistema de (auto)defensa y resistencia nos beneficia más, egoístamente hablando. Sala recurre a ese típico del arte contemporáneo que consiste en convertir en artefactos, arqueología de la revuelta, objetos comunes y elevarlos a la categoría de símbolo, lo hace con unas piedras, adoquines o baldosas que fueron proyectados durante manifestaciones como testigos de que algo pasó pero no se sabe muy bien el qué. La confusión alborota a la sociedad actual del mismo modo que la obra de Avelino Sala.
El problema surge cuando esta confusión se vuelve más turbia que clara. Sala es consciente de que asistimos a un momento en el que el propio mercado es aquel que marca la tendencia y lo in. Por su parte, reclama en el arte contemporáneo el equilibrio entre la intención del artista y su formato visual el arte debe tener un fondo (idea) sobre el que se levante (estructura). Preocupado también por la práctica de la producción artística, sobre todo por esta suficiencia de la era contemporánea de convertir en cool  lo pastiche y manoseado.  Sin embargo, se hace camino al andar y el fin justifica los medios convirtiendo a las galerías en aquellas salas de espera, aparentemente ingenuas pero no ajenas al ciclo del mercado, donde la obra empieza a ganar en autonomía en busca de su propio destino y emplazamiento final (que muchas veces es la vuelta al almacén). Resignaciones a un lado, bajo la ley del más fuerte no hay otra manera de hacer arte, es parte del proceso y es inevitable.
Como citábamos al principio, Sala cumple con su objetivo y ejecuta el derecho y poder que tiene el arte no sólo como registro colectivo sino como esa chispa que moverá y despertará algo dentro de cualquier sujeto con mínimos intereses hacia la vida que le rodea. Como apunta Slavoj Zizek, el trabajo del artista no debe ser el de regalarnos las respuestas sino que, como un oráculo nos advierte y plantea los problemas. Sin embargo, y haciendo honor al dualismo de Descartes, hay otro algo que podemos reprochar y es que,  estas obras están igual de quietas dentro de una galería, para los ojos de algunos pocos que se pasen y para otros pocos que las entiendan, gritando en silencio una colectividad entera pero encerradas entre unas paredes blancas. La carrera continua y la realidad, que es la de afuera, sigue sacándole ventaja al arte, que es el de adentro. 


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