Dolores Cairoli
En un ambiente de crisis política y económica casi mundial, donde las
noticias diarias aparecen con encabezados donde nos muestran el número de muertos
en Ucrania o en Siria, lo normal es que el pueblo tome parte mediante acciones
como el arte o la literatura para aportar su grano de arena y manifestarse en
contra de tantas injusticias (como hemos visto con Avelino Sala y su exposición
con su crítica político). El pueblo realiza manifestaciones en las grandes
calles de las ciudades, frente al congreso y otros sitios de especial afluencia
para mostrar su descontento, pero también se desarrolla sobre el papel: La
crítica aparece ligada a la política desde su creación, por lo tanto, también
nacerán artistas que se especialicen en este tema de crisis política.
Pero en este ambiente de desastre mundial no sólo hay crisis económica
y política, sino que también llega a tocar otros aspectos más alejados pero no
por ello menos importantes.
Lara Almarcegui (Zaragoza, 1972) nos muestra la otra cara de la crisis:
Una crisis que nos afecta a todos pero de diferente manera, y que es la crisis
del medioambiente.
En la galería Parra & Romero nos encontramos con su exposición,
formada por dos obras:
La primera obra que encontramos al entrar se titula Rocas de la Isla de Spitsbergen. A
simple vista no queda muy clara ni la crítica ni la obra, ya que sólo vemos
nombres en una letra negra sobre un fondo blanco, pero tras una investigación
se demuestra que lo que critica Lara Almarcegui son los proyectos de minería
que se están pensando para la isla, los que incluyen la creación de nuevas
minas donde habrá extracciones de minerales. Esto no sólo pone en peligro al
medioambiente sino también a la población, que se vería perjudicada por dichos
cambios.
La segunda obra se titula Casa
Enterrada, y también tiene que ver con una crítica pero a la construcción
masiva, que no respeta el espacio natural. Como no se respeta el espacio de la
Isla de Spitsbergen, Almarcegui lo que hace en esta obra es enterrar una casa
por debajo de la tierra (guiño al nombre de la exposición) para dejar un solar
vacío, descampado y desolado, que son los grandes placeres de su obra.
La construcción masiva lo que ha hecho es que ha ido destruyendo poco
a poco la naturaleza para crear un espacio totalmente urbano donde no hay lugar
para la vegetación.
Esto se critica mediante estas obras pero ya había sido criticado
anteriormente, comenzando a finales de 1960 con el arte povera y seguido del
Land Art de artistas como Robert Smithson, muy presente para la artista y para
su obra.
En la obra de Lara además de estar presente Smithson también tiene en
cuenta los materiales con los que realiza sus obras, y aquí cabría a destacar la
influencia que tuvo el arte povera en sus instalaciones debido a la pobreza de
los materiales, que son sobre todo reciclados de demoliciones de otros
edificios.
Y en este ambiente de crisis general la artista no espera una respuesta
económica por su obra, ya que de hecho
afirma que es muy difícil venderlas y lo que espera es transmitir el mensaje
naturalista que se envía: Contra el urbanismo y la construcción masivas aboga
por descampados acordes con la naturaleza sin ser intervenida por el hombre.
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