Elena González-Moral Ruiz
La
exposición “The Locked-in Syndrome” trata de ofrecer al espectador una
perspectiva de las problemáticas del momento alternativa a la que dan los
medios de comunicación, y al mismo tiempo, despertar en él la conciencia de que
hay algo mal en su propia vida, que se ha encerrado dentro de una burbuja de
confort desde la que esquiva enfrentar la realidad a la cara. Según palabras
del propio Sala, “el artista tiene que hablar de las problemáticas del momento,
no pintar paisajes bonitos”. Pese a esto, las piezas no pierden un cierto
sentido estético, situándose en un término medio entre la línea conceptual pura
y una figuración más armoniosa. Las obras son alegorías, en ciertas ocasiones,
hasta contradictorias; por ejemplo, Sala pretende arrebatar la fuerza agresiva
de una quema de bandera mediante el acto de suavizar su estética visual, pero
al lado, paradójicamente, eleva con una cierta fascinación fetichista el
vaciado de bronce de una piedra recogida de una de las manifestaciones más
violentas.
Las
piezas se despliegan en la galería sin un aparente orden, ni un recorrido
marcado, sino que tan solo comparten, vagamente, un tema común. Surge así el
interrogante de cuál es la obra principal de la exposición. Las opiniones
varían: mientras que Sala defiende que “Arqueología de la revuelta” (una pieza
que aúna la composición expositiva de los museos con el presente revolucionario
de protestas ciudadanas) es el centro de la exposición, otros autores tienden a
denominar con esta etiqueta la capa castellana o los bolígrafos que llevan
transcrita la Declaración de los Derechos Humanos. Sin embargo, si se observa
la exposición como conjunto, no deja de llamar la atención que toda ella puede
aunarse bajo el lema “Cui prodest?”, pieza formada mediante tubos de neón e,
irónicamente, alejada del centro de la galería en un intento de evitar llamar
la atención. ¿Quién se beneficia y de qué? La pregunta puede aplicarse a
cualquier pieza o aspecto de la galería, incluyendo el título de la exposición,
que plantearía quién se beneficia del mutismo y enclaustramiento ciudadano.
Las
obras rebosan de una estética tétrica, casi rozando el elemento de lo macabro,
destinada a forzar una reacción en el público visitante de la galería. La
imagen del ahorcado sin cabeza bamboleándose sobre las escaleras, acompañada
por el sonido incesante del cutter rascando el plástico de los bolígrafos, pertenecen a un discurso poético de lo
grimoso, de lo desagradable, usando el sentimiento de lo siniestro para
enriquecer el placer estético de la contemplación de las piezas. Es la construcción
de una obra sublime en torno a una estética del terror, como enunciaba la obra
filosófica de Edmund Burke. Las piedras también pueden incluirse dentro de este
concepto. Son elementos que representan la violencia incontrolada, pero que, al
mismo tiempo, pueden llegar a producir en el espectador una fascinación hasta
morbosa. No es la primera vez que Sala utiliza el concepto freudiano de lo
siniestro como recurso artístico, siendo un ejemplo destacable de este uso su pieza
El enemigo está dentro, disparad sobre
nosotros, realizada en el año 2008. Ese
es el objetivo del arte político, presentar piezas que no dejen al espectador
indiferente, que le abran el camino para que comience a cuestionarlo todo. El
artista ha de ser un personaje activo en el presente, tanto cultural, como
social y político. Según Descartes, el ser humano existe por su capacidad de
pensar, y “Locked-in Syndrome” le da una vuelta de tuerca al planteamiento,
poniendo a nuestro alcance un nuevo dogma: “Protesto, luego existo”. Decisión
es del espectador si lo adopta o no.
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