Lucía Aguirre Vaquero
“El capitalismo, -según R. A. Wilson- […] puede ser mejor estudiado como una
neurosis pública característica de sociedades en las cuales la energía vital ha
sido reconducida de la zona genital a la zona anal.” Esta ‘religión
revelada’ Txomin la lleva al lugar expositivo, a la galería, donde la critica,
la aplasta, la reprende y hasta la censura. Partiendo de la tradición de la
escultura vasca, más concretamente de Jorge Oteiza, todo este grupo de artistas
crean un grupo nacido en los ochenta, vinculado a las vanguardias, tratando de
recuperar ese arte internacional amputado por la Guerra Civil. Como grito de
guerra surgen estos artistas contra los discursos autoritarios.
Las obras de Badiola en Capitalismo Anal son en su
mayoría de metal representativo de la industria presente en el País Vasco, con
instalaciones entre la forma geométrica y el mueble con un metalenguaje que
habla de sus anteriores proyectos. Hace constantes referencias a su trabajo
anterior volviéndose un protagonista del Capitalismo Anal que reitera en sus
propios deseos en forma de artefactos ‘bastardos’ que le replantean su discurso
creando una multiplicidad de lecturas. Esta revisión de su obra se centra en
las conclusiones obtenidas a raíz de ‘Performa’, que parte del lenguaje y del
origen estercolar de evacuación de las necesidades y la mierda como una
dimensión excremental del capital en forma de obra madura de un artista.
El guiño que Badiola hace a Oteiza en su
trayectoria es casi una oda al alma y a su indagación en las raíces del arte. Revela
el proceso de la cultura y de la obra hecho con pulcritud, como algo frío –como
es el metal- y sombrío. Su obra es tan impasible como el absorbente capital y
las monedas que enloquecen a cualquier cuerdo. Ahí radica el capitalismo del
artista y cómo este se desentiende de su obra creando una nueva lectura de la
misma en una etapa de conciencia total de su creación. El artista conoce con
creces su obra y sabe que es moneda –muy alta- de cambio. Juega con ella o
mejor dicho, vive de ella. Capitalismo Anal no es más que otra muestra en la
que sólo el buen conocedor de su obra puede salir de ahí sacando algo nuevo de
su visita; aminora al visitante curioso, le reduce hasta el desconcierto. La
crítica ya no es tan importante aquí porque el arte es tan crítico que tan sólo
el artista puede ponerle palabras a las miradas que hacen los demás y nuestras
aproximaciones siempre serán desde la lontananza. Esta muestra habla por sí
sola, ya sea a través de letras mecanizadas en cada una de sus obras o de
altavoces cuidadosamente instalados.
A Badiola no
le interesa un mensaje lineal en su creación aunque sí haya siempre
reminiscencias a las enseñanzas de su maestro. Parte de su identidad, concepto
que le es preocupante a este grupo de escultores en general, pero que en
ocasiones desplazan para trazar un argumento mas centrado en temas
político-sociales. Al fin y al cabo el capitalismo afecta en cualquier campo,
incluso en el discurso de una identidad que considera que tiene una dualidad de
alma, una tardía que les une al país y otra primigenia que les caracteriza como
vascos. “No hay identidad, tan solo alzas
y bajas de intensidad.”
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