Lucía Aguirre
Vaquero
Tanto los
espectadores en una galería como en un museo de arte contemporáneo se preguntan
qué es el arte ahora. Bien sabemos que esa pregunta no es de fácil respuesta y
menos en una sociedad exprés que lo quiere todo aquí y ahora, por lo que la
incógnita que pasa a un primer plano es la de saber si el artista cuenta con el
factor de la casualidad y entorno a él crea un discurso, o si el discurso
creado conlleva una obra plástica.
A día de hoy
está más que claro que todo se define por modas, y la creación artística no iba
a ser menos. Locked-in Syndrome muestra ejemplares que podemos encontrar
en cualquier otra galería de arte contemporáneo, en las que veremos cómo esas
reivindicaciones de lo social no son más que un prototipo para desarrollar un
discurso muy similar en esta sociedad que se mueve por el cambio, el cambio que
supone la protesta. El artista asturiano muestra preocupación por los
acontecimientos sociopolíticos del presente a través del arte como una nueva
perspectiva libre de la verdad, como único medio de enfrentamiento ante las
autoridades establecidas.
Esta muestra es,
a primera vista, una continuación del discurso de su anterior intervención en
Matadero, en la que creó una barricada de libros negros a los que les prendió
fuego. Acto que él mismo juzga en la actual exposición considerándolo algo
banal y sustituible. Este artista contemporáneo tiene la característica
de emplear las técnicas académicas que vinculan el pasado con el presente, pero
con un discurso encontrado de casualidad entre las obras de la muestra.
Vemos en él la
unión con el trapero que describe Cristina Garrido y que más claro se une visualmente con Joaquín
Segura, pues los tres
ensalzan el valor de lo cotidiano, descartándolo de ready-made, dotándolos de
carácter de piezas parlantes. Suponiendo que el conjunto de piedras de las
barricadas debiera comunicar por sí solo, encontramos que Avelino las coloca
como lo haría la institución museística: clasificándolas. Perdiendo por
completo su finalidad. Juega con esta la doble interpretación de la pieza
arqueológica mientras que él mismo es un coleccionista que expone su
adquisición a la manera decimonónica. Es decir, critica el enaltecimiento que
supone la vitrina, pero a su vez está divinizándolas.
Asegura que la
pieza central que dirige la muestra es la capa española cuyo bordado ‘Larvatus
Prodeo’ alude a una carta que Descartes escribió en la que no quería expresar
su forma de pensar para no ser condenado por la Iglesia debido a su filosofía
de la razón. Puede parecer que Descartes llevaba chuletas clandestinas en sus
bolsillos para sobrevivir en esa sociedad, lo que nos lleva a otra de sus
instalaciones con un ruido penetrante que se nos graba en la memoria del mismo
modo que el punzón cincela el plástico y que nos anula automáticamente los
demás sentidos torturándonos.
La duda que
asalta constantemente a Avelino y a los artistas contemporáneos implicados
políticamente es, si los mecanismos de poder han residido siempre en la clase
autoritaria, configurando nuestra memoria colectiva. Lo que produce el síndrome
del Locked-in, del cual Cui Prodest? A lo que Avelino respondió
en Matadero citando a Kant: “Dimidium facti, qui coepit, habet: sapere aude, incipe.”(“Quien ha comenzado, ya ha hecho la
mitad: atrévete a saber, empieza.")
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