jueves, 27 de febrero de 2014

La paradoja del sistema. Marta Agea.

Actualmente, nos encontramos en un momento de la historia en la que el mundo se rige por el capitalismo, y este va unido a la propiedad privada y al consumo. Nos movemos en base al dinero y los intereses materiales. El capitalismo surge en la sociedad al perseguir un incentivo que mejorase las expectativas de las gentes. Este es consecuencia del primitivo instinto humano hacia el intercambio, que desde el siglo XIX pasó a ser una fuerza arrolladora en las sociedades más avanzadas y fue desplazando a cualquier otra organización productiva anterior. Pronto el nuevo sistema capitalista mostró excesos en su aplicación que generaron la crítica integral al mismo o, en todo caso, el reformismo de su evolución. A pesar de todo, contenía tales eficiencias en su funcionamiento. Hoy en día, en nuestra sociedad capitalista evolucionada a través del desarrollo de la sociedad de la información y del proceso de globalización, cualquier cosa es implemente mercancía. Nos queda claro que  para la humanidad siguen siendo relevantes y constitutivos de su propio existir, de la realización de su experiencia, los anhelos de verdad, belleza, muerte o justicia, entre otros. Pero estos grandes paradigmas se miden a través de su valor como mercancía de consumo. Sin embargo, nosotros vivimos en este sistema de manera “normal”.  Pero por otra parte, nos arriesgamos constantemente a querer alcanzar aquellos anhelos. En ocasiones, el anhelo alcanzado nos parece satisfactorio, en otras, aceptamos que es inalcanzable. Esta historia personal se construye, inevitablemente, en un contexto en el que todo es mercancía y tiene un valor. 
Cristina Lucas en su exposición “Es capital” nos quiere transmitir la idea de que todo lo que existe se puede perfectamente comercializar. Uno de los temas en los que reflexiona es en el término “Plusvalía”. En la doctrina marxista, se refiere a la diferencia entre el salario del trabajador y el valor de los bienes producidos. Es la plusvalía lo que constituye parte del beneficio del empresario. Es bastante irónico que reflexione sobre esto en la pieza titulada con el mismo nombre, pues en ella se presenta el coste actual del manuscrito de Marx El Capital del siglo XIX. Así pues, una obra en la que se explicaba la sociedad moderna como una crítica de la economía política, ahora es comercializada por un gran valor. Así pues, tenemos que cualquier cosa, independientemente de donde provenga, puede comercializarse, puede ponerse precio con el fin de beneficiar económicamente a unos cuantos. Además, todo este consumismo ha llevado a poner en duda la relación entre los conceptos filosóficos y las empresas que los comercializan, así como su actividad comercial. La artista hace una búsqueda con el fin de  comprender la relación existente entre los conceptos filosóficos con los que comercian las empresas y su actividad comercial, como por ejemplo qué significa muerte para una empresa funeraria o qué es la belleza para una clínica de cirugía estética. A la vez, profundiza en una de las principales paradojas del sistema capitalista como es la escasez de recursos y la incapacidad de nuestro planeta para generar riqueza suficiente, aunque todos sus habitantes aspiran a un modelo de vida basado en el consumo ilimitado de bienes y servicios.

En definitiva, se trata de una exposición que utiliza los trabajos de Cristina Lucas para desmembrar el sistema capitalista. Utiliza todo tipo de artefactos, como proyecciones de vídeos, fotografías en cajas de luz o trabajos en papel. Se trata de una visión diferente del capitalismo, que nos hace pensar en las contradicciones de este y en cómo vemos este sistema y de qué forma lo vivimos.

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