jueves, 13 de febrero de 2014

Apriétate el cinturón y bájate los pantalones

Catalina de Vicente de la Vega

Nos encontramos ante el último momento del capitalismo. Sabemos cuándo comenzó el sistema capitalista y ahora, Txomin Badiola nos muestra donde acaba, en el final del tubo por donde se filtra toda la mierda. Badiola nos aproxima a una serie de instalaciones que derivan de la escultura ante las que el espectador no puede evitar preguntarse: ¿qué es esto?, la misma pregunta que empapa actualmente todo el arte contemporáneo y que  además pretende que nos hagamos ante el momento de neurosis que estamos viviendo. Tras flanquear las puertas de Capitalismo Anal nos sumergimos en lo que es plenamente una muestra de arte contemporáneo, en una atmósfera de contenido socio- político. Badiola nos introduce en lo que parece una obra destinada a un público muy específico por el contenido intensamente encriptado de sus instalaciones, lo que puede llevar al espectador a una progresiva pérdida del interés. Para entender el sentido de su obra Badiola remite, como en numerosas ocasiones, a una frase de Jean Luc Godard: "No quiero comunicar algo, quiero comunicar con alguien”. En ningún momento intenta explicar nada, no es su intención (lo que ha quedado bastante claro), ni si quiera se esfuerza en realizar un folleto explicativo de su obra. En el folleto se encuentran una serie de textos de contenido religioso, escatológico y capitalista a los que el espectador tiene que enfrentarse haciendo un sobreesfuerzo de reflexión, respondiendo a la intención primera del artista. El mensaje de Badiola es un juego de palabras, empezando desde el título de la obra y pasando por todas y cada una de las piezas. Un juego al que quiere jugar con el espectador, del mismo modo que el sistema capitalista juega con el ciudadano: desglosando el mensaje hasta llegar a su completa corrupción. Los textos se corrompen como se ha corrompido el sistema capitalista.

Tras esta lectura, ahora sí se puede palpar un deseo encerrado en las instalaciones como un deseo que no termina de salir, como el deseo de nuestra sociedad de acabar con este sistema terrorífico. Vivimos una sociedad donde el dinero ocupa la posición de máximo exponente, casi como una religión. A través los textos complementarios descubrimos que lo que se muestra en esencia es la pérdida del valor llevada al extremo y a todos los ámbitos, mostrando al espectador que si la religión y el desperdicio hoy en día no tienen valor, tampoco tiene por qué tenerlo el sistema en el que vivimos. No deja de ser un llamamiento y un deseo de poner fin a esta situación que roza los límites del terrorismo. Para entender las intenciones del artista lo ideal es ponerlo en relación con el Godard y los Nuevos Cines que surgen en el contexto europeo de 1958. Godard muestra en su película Al final de la escapada un deseo de ruptura, de cambio como movimiento. El punto común que se encuentra en ambos es la interactuación con el espectador mediante una serie de diálogos y reflexiones. No pretenden explicarnos nada sino sumergirnos en un ambiente, en una atmósfera. Intentan averiguar cómo la imaginación del espectador es capaz de construir todo un proceso para averiguar qué está mirando.


Es inevitable no asociar Capitalismo Anal con la obra del artista conceptual Piero Manzoni, Mierda de artista, en cuanto al manifiesto común de la pérdida del valor del arte en forma de desecho. Ante el desfase y saturación de obras con contenido capitalista, Capitalismo Anal supone el fin del este discurso en el medio artístico culminando en forma de desecho, de defecación, de mierda. 

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