Catalina de Vicente de la Vega
Nos encontramos ante el último
momento del capitalismo. Sabemos cuándo comenzó el sistema capitalista y ahora,
Txomin Badiola nos muestra donde acaba, en el final del tubo por donde se
filtra toda la mierda. Badiola nos aproxima a una serie de instalaciones que
derivan de la escultura ante las que el espectador no puede evitar preguntarse:
¿qué es esto?, la misma pregunta que empapa actualmente todo el arte contemporáneo
y que además pretende que nos hagamos
ante el momento de neurosis que estamos viviendo. Tras flanquear las puertas de
Capitalismo Anal nos sumergimos en lo
que es plenamente una muestra de arte contemporáneo, en una atmósfera de
contenido socio- político. Badiola nos introduce en lo que parece una obra
destinada a un público muy específico por el contenido intensamente encriptado
de sus instalaciones, lo que puede llevar al espectador a una progresiva
pérdida del interés. Para entender el
sentido de su obra Badiola remite, como en numerosas ocasiones, a una
frase de Jean Luc Godard: "No quiero comunicar algo, quiero comunicar con
alguien”. En ningún momento intenta explicar nada, no es su intención (lo que
ha quedado bastante claro), ni si quiera se esfuerza en realizar un folleto explicativo
de su obra. En el folleto se encuentran una serie de textos de contenido
religioso, escatológico y capitalista a los que el espectador tiene que
enfrentarse haciendo un sobreesfuerzo de reflexión, respondiendo a la intención
primera del artista. El mensaje de Badiola es un juego de palabras, empezando
desde el título de la obra y pasando por todas y cada una de las piezas. Un
juego al que quiere jugar con el espectador, del mismo modo que el sistema capitalista
juega con el ciudadano: desglosando el mensaje hasta llegar a su completa
corrupción. Los textos se corrompen como se ha corrompido el sistema
capitalista.
Tras esta
lectura, ahora sí se puede palpar un deseo encerrado en las instalaciones como
un deseo que no termina de salir, como el deseo de nuestra sociedad de acabar
con este sistema terrorífico. Vivimos una sociedad donde el dinero ocupa la
posición de máximo exponente, casi como una religión. A través los textos
complementarios descubrimos que lo que se muestra en esencia es la pérdida del
valor llevada al extremo y a todos los ámbitos, mostrando al espectador que si
la religión y el desperdicio hoy en día no tienen valor, tampoco tiene por qué
tenerlo el sistema en el que vivimos. No deja de ser un llamamiento y un deseo
de poner fin a esta situación que roza los límites del terrorismo. Para
entender las intenciones del artista lo ideal es ponerlo en relación con el
Godard y los Nuevos Cines que surgen en el contexto europeo de 1958. Godard
muestra en su película Al final de la
escapada un deseo de ruptura, de cambio como movimiento. El punto común que
se encuentra en ambos es la interactuación con el espectador mediante una serie
de diálogos y reflexiones. No pretenden explicarnos nada sino sumergirnos en un
ambiente, en una atmósfera. Intentan averiguar cómo la imaginación del
espectador es capaz de construir todo un proceso para averiguar qué está
mirando.
Es inevitable no asociar Capitalismo Anal con la obra del artista
conceptual Piero Manzoni, Mierda de
artista, en cuanto al manifiesto común de la pérdida del valor del arte en
forma de desecho. Ante el desfase y saturación de obras con contenido
capitalista, Capitalismo Anal supone el fin del este discurso en el medio
artístico culminando en forma de desecho, de defecación, de mierda.
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