Lara Almarcegui, una
actitud emergente.
Por Ana Lilia Marín
Para comprender el trabajo de
Lara Almarcegui hay que entender que sus obras son la manifestación del deseo
de vincularse con los lugares, con los territorios, y que en el desarrollo de
este vínculo, ella se involucra en lo más profundo, cavando hondo. Metáfora y
acción son los motores que le permiten
intervenir estos sitios, sin el objetivo de dejar su huella, tal como ella lo
ha mencionado, sino solo por el placer de hacerlo y al mismo tiempo de compartirlo
con el público en el que evoca recuerdos
y reflexiones sobre el pasado, el presente y el futuro de esos lugares. Su
relación con el lugar va más allá de intervenirlo, hay una fuerte motivación en
ella por sentir su materialidad, sentir la tierra, los elementos, las rocas. Su
vínculo llega hasta la desnudes del espacio-lugar reduciéndolo a mera
naturaleza, a su estado primigenio. La temporalidad también es tema de sus
indagaciones, dejando constancia del paso del tiempo sobre los lugares que
elige, permitiendo a las personas tomar conciencia de su entorno y de su
relación con él.
Lara Almarcegui llega a Madrid
para mostrarnos que sigue explorando territorios, excavando en lo profundo y
develando lugares. En esta ocasión el sitio ideal para conocer su obra es la
galería Parra & Romero donde presenta su exposición titulada Por debajo/Underneath. Rocas de la Isla de Spitsbergen es una
lista de la composición geológica de la isla, el proyecto trata de identificar sus
componentes, los cuales incluyen no solo su pasado geológico sino los cambios
que ha presentado por la actividad minera que se ha llevado a cabo en ese lugar,
además aparece un apartado de rocas aún no identificadas. El proyecto también busca
que se tome conciencia sobre el futuro de este territorio, el cual no es sino
su deterioro. En esta pieza Lara Almarcegui pone en evidencia el cambio provocado por la actividad
humana, la transformación del lugar en su sentido más negativo. En Casa Enterrada, Dallas 2013, el
testimonio en vídeo de la demolición de una vieja casa y el enterramiento de la
misma en su jardín, queda grabado no tanto para la construcción de una memoria
urbana, como para confrontarnos con el acto física y psicológicamente demoledor
en donde una máquina manipulada por un hombre sin rostro finiquita una
existencia, una función o una historia de vida. Sus propuestas artísticas
invitan a reflexionar sobre la rapidez, la inmediatez, en sí la velocidad a la
que vivimos, la cual imposibilita captar la esencia de los sujetos, los objetos
y los paisajes, que no obstante se encuentran en una ebullición constante de
cambio, siendo simultáneamente causa y efecto de las alteraciones de la
naturaleza. Habrá que ir a las capas, a los descampados, a los solares, a las
islas incluso, para sensibilizarnos de qué estamos hechos como lo hace Lara
Almarcegui.
Su método de trabajo parece
asociarse al tratamiento de lo complejo, pues su materia principal es el caos
provocado por el abandono y el paso del tiempo ya sea en un territorio urbano o
no, llámese casa, terreno baldío o el subsuelo de la ciudad, es la entropía del
lugar lo que la atrae, lo que en sí mismo le da valor y vida como material
artístico y que para Lara Almarcegui debiera ser perpetuable de alguna manera.
El tratamiento del desorden se logra a través de procesos de neguentropía, que
en este caso se llevan a cabo mediante las propias intervenciones del lugar y que
lo reorganizan o reordenan para dar paso a un nuevo estado, el cual en
ocasiones resulta más natural o sustentable.
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