jueves, 20 de febrero de 2014

Lara Almarcegui, una actitud emergente.

Por Ana Lilia Marín


Para comprender el trabajo de Lara Almarcegui hay que entender que sus obras son la manifestación del deseo de vincularse con los lugares, con los territorios, y que en el desarrollo de este vínculo, ella se involucra en lo más profundo, cavando hondo. Metáfora y acción son  los motores que le permiten intervenir estos sitios, sin el objetivo de dejar su huella, tal como ella lo ha mencionado, sino solo por el placer de hacerlo y al mismo tiempo de compartirlo con el público en el que evoca  recuerdos y reflexiones sobre el pasado, el presente y el futuro de esos lugares. Su relación con el lugar va más allá de intervenirlo, hay una fuerte motivación en ella por sentir su materialidad, sentir la tierra, los elementos, las rocas. Su vínculo llega hasta la desnudes del espacio-lugar reduciéndolo a mera naturaleza, a su estado primigenio. La temporalidad también es tema de sus indagaciones, dejando constancia del paso del tiempo sobre los lugares que elige, permitiendo a las personas tomar conciencia de su entorno y de su relación con él.

Lara Almarcegui llega a Madrid para mostrarnos que sigue explorando territorios, excavando en lo profundo y develando lugares. En esta ocasión el sitio ideal para conocer su obra es la galería Parra & Romero donde presenta su exposición titulada Por debajo/Underneath. Rocas de la Isla de Spitsbergen es una lista de la composición geológica de la isla, el proyecto trata de identificar sus componentes, los cuales incluyen no solo su pasado geológico sino los cambios que ha presentado por la actividad minera que se ha llevado a cabo en ese lugar, además aparece un apartado de rocas aún no identificadas. El proyecto también busca que se tome conciencia sobre el futuro de este territorio, el cual no es sino su deterioro. En esta pieza Lara Almarcegui pone en evidencia el cambio provocado por la actividad humana, la transformación del lugar en su sentido más negativo. En Casa Enterrada, Dallas 2013, el testimonio en vídeo de la demolición de una vieja casa y el enterramiento de la misma en su jardín, queda grabado no tanto para la construcción de una memoria urbana, como para confrontarnos con el acto física y psicológicamente demoledor en donde una máquina manipulada por un hombre sin rostro finiquita una existencia, una función o una historia de vida. Sus propuestas artísticas invitan a reflexionar sobre la rapidez, la inmediatez, en sí la velocidad a la que vivimos, la cual imposibilita captar la esencia de los sujetos, los objetos y los paisajes, que no obstante se encuentran en una ebullición constante de cambio, siendo simultáneamente causa y efecto de las alteraciones de la naturaleza. Habrá que ir a las capas, a los descampados, a los solares, a las islas incluso, para sensibilizarnos de qué estamos hechos como lo hace Lara Almarcegui.


Su método de trabajo parece asociarse al tratamiento de lo complejo, pues su materia principal es el caos provocado por el abandono y el paso del tiempo ya sea en un territorio urbano o no, llámese casa, terreno baldío o el subsuelo de la ciudad, es la entropía del lugar lo que la atrae, lo que en sí mismo le da valor y vida como material artístico y que para Lara Almarcegui debiera ser perpetuable de alguna manera. El tratamiento del desorden se logra a través de procesos de neguentropía, que en este caso se llevan a cabo mediante las propias intervenciones del lugar y que lo reorganizan o reordenan para dar paso a un nuevo estado, el cual en ocasiones resulta más natural o sustentable.

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