lunes, 10 de febrero de 2014

Caos actual, futuro incierto

Yolanda González Núñez 
Vivimos en un cuestionamiento continuo del sistema político, económico y social, donde aquellos que nos representan avanzan a la cabeza procurando “el bien común”. Sin embargo paradójicamente contemplamos una progresiva pérdida de libertades, y entre el pueblo llano se difunde el sentimiento de no ser escuchados. Estas circunstancias dan lugar a una serie de movimientos ciudadanos (manifestaciones, protestas y revueltas) que constituyen un tema constante tanto en los medios de comunicación, como en las habituales conversaciones de ciudadanos. Pero lo cierto es que aún hay ámbitos en los que todo debate actual parece mantenerse al margen.

En este sentido, ¿qué posición ocupa el arte? Las manifestaciones artísticas no son independientes a lo cotidiano, sino que se ocupan de un tema, espacio, lugar y tiempo concretos, proyectando una vinculación directa del contexto con la obra resultante. En definitiva, la obra actúa como testimonio corriente de la actualidad cuyo objetivo es “no pasar desapercibido”. Esta cita viene dada por el artista, comisario y editor Avelino Sala, quien caracteriza su producción por el particular tono crítico. El punto de partida de muchos de sus proyectos se fundamenta en una mirada crítica sobre los cambios sociales y culturales a nivel universal. Lo (hiper) real absoluto, fue un trabajo presentado el pasado año sobre el capitalismo y sus consecuencias, tema al que había recurrido en diversos trabajos. Recuperando algunas obras presentadas en este proyecto anterior, interviene actualmente en la Galería Ponce+Robles de la capital, con una obra que tiene por título Locked-in Syndrome. Este nombre pertenece a una patología conocida como síndrome de enclaustramiento. La primera vez que fue descrita corresponde a la novela de Alejandro Dumas El conde de Montecristo (1845), donde se habla de “un alma encerrada en una materia que ha perdido el poder de hacerse obedecer”. Hubo que esperar al 1966 para que Fred Plum y Jerome Posner investigaran este síndrome caracterizado por perder completamente la capacidad de moverse y hablar, pero conservar la conciencia a través de la vista y oído. Los problemas a los que se enfrentan los pacientes tienen que ver con la dificultad de comunicación y necesidad de sistemas alternativos.

Por lo tanto, el título elegido es ya una revelación sobre el contenido e impacto de la exposición en el espectador. Banderas quemadas producto de la ira e incomprensión y piedras empleadas como proyectiles, son algunas de los artefactos que se pueden encontrar. Paradójicamente, están presentes los Derechos Humanos gravados en bolis, evocando a las anotaciones necesarias a modo de recordatorio en cualquier lugar y momento. Ello va acompañado del ruido de la técnica del grabado, produciendo una sensación incómoda y desagradable, a la vez que conmovedora. Así, Avelino Sala se adentra en el cuestionamiento sobre la materia como artefacto y los planteamientos estéticos, con la exposición de objetos “no artísticos” al modo del ready-made de Duchamp, invitando al receptor a reflexionar por sí mismo, sin dar información complementaria a modo de cartelas u otros elementos. El efecto que surge en el espectador es de impacto a través de la paradoja de los Derechos Humanos con la sensación de inseguridad, la pérdida de libertades y la presente crisis global, provocando total incertidumbre.

En definitiva, se debe tener en cuenta que el arte no puede ser ajeno a lo que ocurre. A través de este discurso  fundamentado en el anonimato se provoca en el espectador un cuestionamiento constante. Y así, una vez más se reitera el discurso de que las manifestaciones artísticas no tienen como objetivo dar respuestas sino plantear preguntas.

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