Yolanda González Núñez
Vivimos en
un cuestionamiento continuo del sistema político, económico y social, donde aquellos
que nos representan avanzan a la cabeza procurando “el bien común”. Sin embargo
paradójicamente contemplamos una progresiva pérdida de libertades, y entre el
pueblo llano se difunde el sentimiento de no ser escuchados. Estas
circunstancias dan lugar a una serie de movimientos ciudadanos
(manifestaciones, protestas y revueltas) que constituyen un tema constante
tanto en los medios de comunicación, como en las habituales conversaciones de
ciudadanos. Pero lo cierto es que aún hay ámbitos en los que todo debate actual
parece mantenerse al margen.
En este
sentido, ¿qué posición ocupa el arte? Las manifestaciones artísticas no son independientes
a lo cotidiano, sino que se ocupan de un tema, espacio, lugar y tiempo concretos, proyectando una vinculación
directa del contexto con la obra resultante. En definitiva, la obra actúa como testimonio corriente de la actualidad
cuyo objetivo es “no pasar desapercibido”. Esta cita viene dada por el artista, comisario y editor Avelino Sala, quien caracteriza su producción por el particular
tono crítico. El
punto de partida de muchos de sus proyectos se fundamenta en una mirada crítica
sobre los cambios sociales y culturales a nivel universal. Lo (hiper) real absoluto, fue un trabajo presentado el pasado año sobre
el capitalismo y sus consecuencias, tema al que había recurrido en diversos
trabajos. Recuperando algunas obras presentadas en este proyecto anterior, interviene
actualmente en la Galería Ponce+Robles de la capital, con una
obra que tiene por título Locked-in
Syndrome. Este nombre pertenece a una patología conocida como síndrome de
enclaustramiento. La primera vez que fue descrita corresponde a la novela de
Alejandro Dumas El conde de
Montecristo (1845), donde se habla de “un alma encerrada en una materia que ha perdido el poder de hacerse obedecer”. Hubo que esperar al 1966 para que Fred
Plum y Jerome Posner
investigaran este síndrome caracterizado
por perder completamente la capacidad de moverse y hablar, pero conservar la
conciencia a través de la vista y oído. Los problemas a los que se enfrentan
los pacientes tienen que ver con la dificultad de comunicación y necesidad de sistemas alternativos.
Por lo tanto, el título elegido es
ya una revelación sobre el contenido e impacto de la exposición en el
espectador. Banderas quemadas producto de la ira e incomprensión y piedras empleadas
como proyectiles, son algunas de los artefactos que se pueden encontrar.
Paradójicamente, están presentes los Derechos Humanos gravados en bolis,
evocando a las anotaciones necesarias a modo de recordatorio en cualquier lugar
y momento. Ello va acompañado del ruido de la técnica del grabado, produciendo
una sensación incómoda y desagradable, a la vez que conmovedora. Así, Avelino Sala se adentra en el
cuestionamiento sobre la materia como artefacto y los planteamientos estéticos,
con la exposición de objetos “no artísticos” al modo del ready-made de Duchamp,
invitando al receptor a reflexionar por sí mismo, sin dar información
complementaria a modo de cartelas u otros elementos. El efecto que surge en el espectador
es de impacto a través de la paradoja de los Derechos Humanos con la sensación
de inseguridad, la pérdida de libertades y la presente crisis global,
provocando total incertidumbre.
En
definitiva, se debe tener en cuenta que el arte no puede ser ajeno a lo que ocurre. A través de
este discurso fundamentado en el
anonimato se provoca en el espectador un cuestionamiento constante. Y así, una
vez más se reitera el discurso de que las manifestaciones artísticas no tienen
como objetivo dar respuestas sino plantear preguntas.
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