miércoles, 12 de febrero de 2014

Capitalismo hoy


Irene Alarcón

            Capitalismo anal capitalism es un juego de palabras utilizado por Txomin Badiola  que él mismo describió en su entrevista para Paula Achiaga del periódico El Cultural como “un estadio de la cultura en el que ésta pierde su esencia y se convierte en mera mercancía de consumo efímero” entendiendo por su esencia efímera y fugaz lo anal, dándole así al capitalismo unas connotaciones escatológicas. El título, impreso en un cartel-texto, con su significado y su disposición en dos grupos amontonados a cada lado de la entrada sobre un telón pintado, todo ello ejecutado y explicado por el artista para El Cultural, para que adelante e informe plenamente al espectador del contenido de la exposición, le convierte en espectador de un espectáculo,  ese espectáculo  que como dice Giorgio Agamben en Profanaciones (fragmento de la obra incluido por detrás del cartel-texto) “habla de la condición del capitalismo anal, ese capitalismo más radical.”

            La exposición está dividida en dos partes; Entelequia, obra grande y un grupo de más pequeñas, Capitalismo anal, como explicó Badiola para El Cultural. Entelequia puede ser considerada como el súmmum, el punto álgido, máximo que alcanza la exposición, ya que es una obra que por sus dimensiones  gigantescas y aglutinar dos soportes, un gran panel de acero y un audio, muestra más ampliamente  las intenciones del artista. Capitalismo anal son “pequeñas pinceladas” que adelantan y prepara al espectador para el gran número final.

            Todas las obras presentadas en esta exposición están hechas de acero, otras con fotografías alteradas y mezcladas con plástico, madera, cinturones de automóvil, como  se explica en su artículo Paula Echevarría para el periódico Diario de noticias. Estos elementos intermedios son muros, obstáculos, vallas, que se interponen intencionadamente entre el artista y la obra no permiten ver con claridad el objeto de la imagen fotográfica, pudiendo percibirlo parcialmente o apenas percibirlo, llegándolo a cubrir casi en toda su totalidad y amplitud. Ello alude al capitalismo de hoy, un capitalismo extremo y radical, como un velo mentiroso que oculta la verdad sobre sí mismo; su condición manipuladora que juega con la ignorancia de la población, justificándose ante ella, convenciéndola de que sus acciones son pensadas para el bien común, a través de los medios ( tertulias en programas de televisión, los discursos de líderes políticos en el telediario, en la radio)  y como dice Badiola “convirtiendo sus beneficios en los de las masas jugando a través de los llamados malentendidos interesados, los cuales consisten en el vaciado de  significado de las palabras para que éstas puedan cambiar de papel de manera continuada sin que se produzca ninguna alteración grave”. Desde hace seis años, España sufre una crisis en todos los contextos. Las palabras de Txomin Badiola son aplicables a la gestión política del gobierno en España para encararla, pues dicha gestión ha supuesto  reforma laboral, desempleo, recortes, para que la economía del país crezca cuando en el fondo es privatización y un retroceso en la calidad de vida.

            Badiola refleja a través sus obras esa deshumanización de los objetos, esencia del discurso marxista, que produce el capitalismo sobre la cadena de producción, que el fabricante ya no ve lo que ha creado como algo suyo sino algo extraño, frío, distante, ajeno a él, porque no es el único que interviene, también otros fabricantes y las máquinas. Todos ellos sirven a un objetivo, varios ejemplares de un producto hechos en serie, destinados a la difusión y consumo de masas, lo que conlleva ese consumo rápido, sin vida, anal al que se refiere el artista, favorecido por una cantidad abusiva de publicidad en los medios.  

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