Irene
Alarcón
Capitalismo
anal capitalism es un juego de palabras utilizado por Txomin Badiola que él mismo describió en su entrevista para
Paula Achiaga del periódico El Cultural
como “un estadio de la cultura en el que ésta pierde su esencia y se convierte
en mera mercancía de consumo efímero” entendiendo por su esencia efímera y
fugaz lo anal, dándole así al capitalismo unas connotaciones escatológicas. El
título, impreso en un cartel-texto, con su significado y su disposición en dos
grupos amontonados a cada lado de la entrada sobre un telón pintado, todo ello
ejecutado y explicado por el artista para
El Cultural, para que adelante e informe plenamente al espectador del
contenido de la exposición, le convierte en espectador de un espectáculo, ese espectáculo que como dice Giorgio Agamben en Profanaciones (fragmento de la obra
incluido por detrás del cartel-texto) “habla de la condición del capitalismo
anal, ese capitalismo más radical.”
La exposición está dividida en dos
partes; Entelequia, obra grande y un
grupo de más pequeñas, Capitalismo anal,
como explicó Badiola para El Cultural.
Entelequia puede ser considerada como
el súmmum, el punto álgido, máximo que alcanza la exposición, ya que es una
obra que por sus dimensiones gigantescas
y aglutinar dos soportes, un gran panel de acero y un audio, muestra más
ampliamente las intenciones del artista.
Capitalismo anal son “pequeñas
pinceladas” que adelantan y prepara al espectador para el gran número final.
Todas las obras presentadas en esta
exposición están hechas de acero, otras con fotografías alteradas y mezcladas
con plástico, madera, cinturones de automóvil, como se explica en su artículo Paula Echevarría
para el periódico Diario de noticias.
Estos elementos intermedios son muros, obstáculos, vallas, que se interponen
intencionadamente entre el artista y la obra no permiten ver con claridad el
objeto de la imagen fotográfica, pudiendo percibirlo parcialmente o apenas
percibirlo, llegándolo a cubrir casi en toda su totalidad y amplitud. Ello alude
al capitalismo de hoy, un capitalismo extremo y radical, como un velo mentiroso
que oculta la verdad sobre sí mismo; su condición manipuladora que juega con la
ignorancia de la población, justificándose ante ella, convenciéndola de que sus
acciones son pensadas para el bien común, a través de los medios ( tertulias en
programas de televisión, los discursos de líderes políticos en el telediario,
en la radio) y como dice Badiola “convirtiendo
sus beneficios en los de las masas jugando a través de los llamados
malentendidos interesados, los cuales consisten en el vaciado de significado de las palabras para que éstas
puedan cambiar de papel de manera continuada sin que se produzca ninguna
alteración grave”. Desde hace seis años, España sufre una crisis en todos los
contextos. Las palabras de Txomin Badiola son aplicables a la gestión política
del gobierno en España para encararla, pues dicha gestión ha supuesto reforma laboral, desempleo, recortes, para que
la economía del país crezca cuando en el fondo es privatización y un retroceso
en la calidad de vida.
Badiola refleja a través sus obras
esa deshumanización de los objetos, esencia del discurso marxista, que produce
el capitalismo sobre la cadena de producción, que el fabricante ya no ve lo que
ha creado como algo suyo sino algo extraño, frío, distante, ajeno a él, porque
no es el único que interviene, también otros fabricantes y las máquinas. Todos
ellos sirven a un objetivo, varios ejemplares de un producto hechos en serie,
destinados a la difusión y consumo de masas, lo que conlleva ese consumo
rápido, sin vida, anal al que se refiere el artista, favorecido por una
cantidad abusiva de publicidad en los medios.
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