viernes, 14 de febrero de 2014


Rothko+Kosuth= Badiola

Mario García Pérez

Desde la llegada del conceptual a mediados de los sesenta, el arte contemporáneo dejó de ser lo mismo. La idea, el concepto, el mensaje que el artista pretendía transmitir estaba por encima del soporte que eligiera, ya fuese un lienzo, una escultura o la hibridación entre ambos, como es el caso de las obras que Txomin Badiola expone en la Galería Moisés Pérez de Albéniz en Madrid. El nombre de la exposición “Capitalismo-anal Capitalism” procede de una expresión empleada por Silverman y Faroki en la película Week-end de Godard. Es evidente el mensaje que Badiola pretende transmitir, el capitalismo como aquel sistema en el que sólo vale el consumo, un consumismo voraz que, posteriormente, es defecado para volver a consumir de nuevo, la mierda que produce mierda, en resumen. Por otro lado, el consumismo como vehículo de manipulación de la población, mientras la gente sólo piense en consumir no se cuestionará el entorno en el que vive a diario. Estas son, en líneas generales, lo que Badiola quiere expresar no tanto por medio de sus obras sino, sobre todo, por medio del título y el tema de la exposición. Las obras expuestas son una hibridación entre el expresionismo abstracto norteamericano, con figuras como Rothko y el conceptualismo, con exponentes como Joseph Kosuth.

Este mestizaje artístico se materializa en las obras expuestas, a modo de grandes lienzos con relieves, a medio camino entre la pintura y la escultura. Se sirve de “nuevos” materiales (ya empleados con anterioridad por otros artistas pero materiales no convencionales) como es el caso del acero, todo ello, acompañado de frases lapidarias por las que conseguir captar la atención y hacer reflexionar al público. Son obras en las que se aprecian grandes campos de color en contraste con el fondo, al igual, que Clyfford Still o los campos de color del ya citado Rothko. Sin duda, el otro factor determinante son las esculturas de Jorge Oteiza, otro vasco como él y del que aprende el juego de líneas, el color de los materiales e incluso, conseguir crear una cierta perspectiva en sus obras. Las referencias escritas de las obras proceden de una amalgama de textos que el propio artista ha recogido y que facilita al público en el reverso del cartel de la exposición. También, destacan las cavidades que introduce en las obras por las que el artista pretende “defecar”, de claras reminiscencias freudianas.

Entelequia es la pieza más sobresaliente de la muestra, nos recuerda por su forma y como se dice en el folleto informativo a una gran valla publicitaria, la publicidad sin duda como uno de los máximos exponentes del capitalismo. También y dada sus dimensiones, parece que la obra se quede pequeña para el espacio de la galería, como si quiere sobrepasar los límites físicos, como sobrepasa los límites físicos de la galería al “invadir” la fachada exterior. Con ello, pretende abrumar al espectador, impactar a los viandantes, al igual, que la gente está sometida constantemente al impacto de carteles publicitarios que te inciden al consumo. Las grabaciones que se pueden escuchar son otro ejemplo más de cómo Badiola intenta saltarse los límites físicos de la propia pieza. Sin duda, es la pieza más compleja de la muestra desde el propio nombre que el artista adjudica, Entelequia, que significa en una misma palabra dos conceptos opuestos en uno solo. Son dos esferas en una misma palabra, la idea y su expresión, su “materialización”. Como se suele decir, la teoría está muy bien ahora la práctica es más discutible, como discutible es esta pieza y su entendimiento para el público. El resultado final es una muestra compacta, trabajada, pero con una grave falta de conexión entre las obras y el tema escogido.

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