jueves, 13 de febrero de 2014

LA CULTURA DE LO ANAL


Lucía Pazos.

 “El lenguaje ins/escrito y el hablado es el lugar en el que más evidente resulta la falacia que une inextricablemente la eficacia de la comunicación con el significado, permitiendo un amplio campo a todo tipo de subversiones”, sostiene Txomin Badiola (Bilbao 1957). El artista vasco en su última retrospectiva “Capitalismo anal” utiliza como herramienta el abuso del “texto” y la “mala interpretación” para exponer de manera crítica el contexto político-económico y su repercusión en el mundo del arte. Roland Barthes, partiendo de los estudios de Sausurre y Peirce, concibe la semiológica como el estudio de los sistemas significantes, ya sean objetos, comportamientos, textos o imágenes, aquellos códigos que prestan una verdadera profundidad sociológica y donde es necesario incursionar en el campo connotativo. Esta idea nos la plantea Badiola desde la propia fachada de la galería Moisés Péres de Albéniz, en donde aparecen a modo de reclamo numerosos carteles con las palabras Capitalismo-anal, dejando ambos términos abiertos a nuestras percepciones, aumentando así la riqueza de evocaciones y resonancias posibles.

El hecho de emplear como titulo dos palabras “potentes” -afirma Badiola- hace que adquieran un carácter enunciativo muy fuerte contrastando con lo ambiguo de su significado; el título es tomado por el artista vasco del libro Speaking about Godard, en el cual los críticos de arte F. Silverman y H.Faroki, debaten a cerca del film del cineasta francés Week-end; Godard en la cinta critica la esfera del consumo promovido por el capitalismo masificado, en donde afirma, espectáculo y consumo son las dos caras de una imposibilidad de uso.  Este juego entre la lingüística y el signo es ya algo característico de Badiola, quien en Goodvibes y Lo que el signo esconde -ejercicios planteados en el contexto del Proforma 2010 celebrado en el MUSAC- hace uso del juego entre el signo y el lenguaje, de tal manera que emplea la repetición de las palabras corrompiendo así su significado original.

En los últimos años la obra de Badiola se ha visto influenciada por el constructivismo y el minimalismo, concretamente por las obras escultóricas de Oteiza y Beuys; sin embargo su seña de identidad sigue intacta, ese tratamiento de la libre interpretación, de la ironía y la crítica sigue estando presente en cada uno de sus trabajos. En esta ocasión Badiola, a través de una serie de obras, simulando un collage cubista, alude a la extraña unión que se ha creado entre el capitalismo y lo excremental, dando como resultado una pérdida de todo referente de valor. Esta idea del capitalismo, entendida como una maquina en continuo movimiento capaz de engullir todo a su paso y transformarlo en “mierda” fue propuesta por Jeremy Rifkin, en su libro El fin del trabajo; en donde advierte de la necesidad de revisión de lo que Rafael Sánchez Ferlosio llama la sociedad de productores, frente a la denominación, más generalizada, de sociedad de consumo. Paralelamente a este concepto del trabajo “non stop” se proclama la gran obra de la muestra,  Entelequia, una gran valla metálica, articulada como una pantalla que proyecta continuamente un texto hablado.
Badiola en “Capitalismo anal” expone una dualidad, por un lado muestra –tomando como referencia las teorías de Moxey- esa idea del fetichismo textualista capaz de poner en cuestión la esencialización lingüística, y de ahí la mala interpretación en cuanto a la significación; por otro lado, critica a través de sus obras la deshumanización de los objetos promovido por el capitalismo; dicha deshumanización viene causada por una mecanización del proceso de creación capaz de despreciar todo lo que no se integre en ese curso de la automatización, cuyo único objetivo es el consumo diligente de masas concluyendo con un fin tristemente anal. 

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