Desiree
Álvaro Rodríguez.
El dinero llama al dinero, dinero sucio,
pútrido, excrementicio que se genera a diario. Al igual que ocurre con el
dinero, que parece tan limpio una vez se tiene en las manos, tan fácil de
gastar pero que en la mayoría de ocasiones viene de las más oscuras
transacciones, el arte siempre esconde esa dimensión tan poco ordenada y sucia
en la que se crea la obra de arte, que al final está perfectamente ordenada e
impoluta. Lo perfecto surge siempre de la suciedad, del borrón, de la práctica,
donde suceden errores de los que luego
surge la obra de arte, esa dimensión sucia del arte y el capital es lo que nos
muestra la obra de Txomin Badiola.
El arte de Txomin Badiola es un arte
hibrido, donde se mezclan pintura y escultura, fotografía y sonido, técnicas de
reproducción mecánica y manuales, creando un arte que abarca multitud de
técnicas y materiales; una reflexión sobre el arte y la sociedad actual en la
que vivimos, donde la mercancía pasa de ser algo novedoso a algo inútil de un momento
a otro. La exposición nos muestra esos objetos que debido al sistema económico han
perdido su función original, han sido tomados por el artista y convertidos en
obras de arte en una especie de ready
made de la actualidad, para crear a la par un discurso artístico actual,
sin perder la esencia del lugar del que proviene el autor para poder evolucionar.
Al igual que le ocurrió a su artista de
referencia, Jorge Oteiza, quien comenzó trabajando la escultura para pasar
después a trabajar otro tipo de arte metafísico, antropológico, donde usa
también la lingüística y la poesía para preguntarse cómo es el arte y cómo
refleja el pueblo en que se crea, Txomin Badiola (junto con otros artistas que
formarán un grupo la Nueva Escultura Vasca, para reformar la práctica de la
escultura a partir de los años ochenta), abandonará sus estudios de pintura
para crear una escultura donde experimentará con nuevas formas de narración y
materiales como el metal. Creará así una serie de obras, siendo la pieza central
la que trabaja el concepto de la entelequia (la entelequia definida por
Aristóteles como un objeto con un fin en sí mismo y su segunda acepción, la
entelequia como una mera abstracción sin fundamento.) A partir de ese concepto
de entelequia más el uso abusivo de sinónimos, hará una reflexión sobre la
lingüística partiendo del texto sobre el lenguaje y el origen estercolar de
este, que plantea Sigmund Freud, en su libro Sobre el sentido antitético de las palabras primitivas que es narrado
a varias voces para crear una obra de audio que compone el sonido de fondo de la
sala de exposición.
Las obras de esta exposición aparecen
desde la misma fachada del edificio, donde el artista realizó una intervención
colocando posters sobre ella que en su reverso muestran la nota de prensa de la
exposición. Dentro de la galería encontraremos desde paneles de chapa y acero
(con mensajes alusivos a la dimensión anal, lo escatológico, la sociedad actual),
pasando por la obra a modo de baya publicitaria titulada Entelequia
. Otras obras están compuestas por fotografías y otros materiales (las
obras Les limites y Capitalismo anal) a la par que otras
reflexionan sobre la identidad del individuo dentro de la sociedad; para ello toma
como referencia el cine, el final de la película Weekend de Godard en forma de
fotografía que es intervenida al colocarle el mensaje, No hay identidad, tan solo alzas y bajas de identidad.
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