sábado, 22 de febrero de 2014

Arrasa con lo que veas y generoso no seas


Catalina de Vicente de la Vega

Asistimos a la galería Parra & Romero a visualizar en forma de materia artística un problema actual del cual a penas somos conscientes. Lara Almarcegui nos invita a la reflexión del suelo y los maltratos que sufre el mismo debido al ansia de deseo del ser humano de constante transformación. Por debajo nos muestra a penas dos obras, lo cual descoloca bastante al espectador, sin embargo una vez te adentras en ellas y aceptas su invitación a la reflexión, el significado de su obra adquiere todo el sentido. En Casa Enterrada, nos encontramos ante el esqueleto de un edificio que finalmente será enterrado en una tumba a modo mastaba egipcia. El final del video es un homenaje a todos esos materiales que constituyeron un edificio y ahora forman parte del suelo, sobre el que se construirá uno nuevo, y así sucesivamente. De cómo cambia constantemente el suelo que pisamos, cómo se recicla y la poca consideración que tenemos sobre el mismo. Ante esta reflexión del continuo cambio y la constante transformación el espectador se detiene ante Rocas de la Isla de Spitsbergen. Lo que nos muestra esta obra es más una inquietud, sobre el futuro de la isla con la actividad minera. Ambas obras son una forma de denuncia y una invitación al pensamiento sobre el cuidado del suelo que pisamos.
Toda la trayectoria artística de Lara está basada en esta preocupación. Sin ir más lejos, realizó una obra proyectando su preocupación acerca del suelo madrileño y lo sumamente agujereado que está, de cómo el ser humano sin ningún miramiento cava, abre zanjas, introduce materiales… todo lo que sea necesario para que Madrid adquiera esa calidad de ciudad avanzada. Y es precisamente esto lo que quiere recalcar la artista, de cómo el ciudadano cada vez es menos consciente de los cambios que sufrimos sobre la tierra que nos mantiene en pie.

El sentido de la obra de Lara Almarcegui está estrechamente vinculado al sentido de la fotografía que realizaba Eugéne Abott y su afán por captar aquellas cosas que estaban desapareciendo en la ciudad. Abott visualiza los cambios profundos que estaba experimentando París del siglo XX. Lo que le interesaba era lo que estaba despareciendo, no haciendo, y es aquí donde se encuentran ambas obras, la de Abott y la de Almarcegui. No trata de plasmar una obra con un gran tema, sino que su trabajo más allá. La demolición del edificio produce una sensación de vacío, de nostalgia. Por este motivo la obra de Almacergui no solamente se encuentra vinculada íntimamente con la de Abott, sino que guarda puntos de encuentro con la fotografía documental. Asistimos a una fotografía documental como una forma social del arte, como un discurso que busca cumplir una propaganda. Lara invita al espectador a hacer una meditación, utilizando los medios de masas no ficcionándolos. Por debajo pretende hacer una reflexión sobre el territorio y a su vez sobre el pasado. “El presente es un continuo acto de destrucción y construcción”, y es aquí donde encuentro el sentido de la obra, en el constante acto de destruir y construir, en la convivencia palpable del pasado, del presente y del futuro, que aún se está gestando. En todo lo que ya existe y la cantidad de cosas que parece que aún nos tienen que llegar. Y esto es lo que parece que le asusta a Lara Almarcegui: el futuro que aún está por llegar y que avanza a pasos agigantados, arrasando con todo lo que ve, y sin ningún tipo de miramiento. 

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