Catalina de Vicente
de la Vega
Asistimos a la galería
Parra & Romero a visualizar en forma de materia artística un problema
actual del cual a penas somos conscientes. Lara Almarcegui nos invita a la
reflexión del suelo y los maltratos que sufre el mismo debido al ansia de deseo
del ser humano de constante transformación. Por
debajo nos muestra a penas dos obras, lo cual descoloca bastante al
espectador, sin embargo una vez te adentras en ellas y aceptas su invitación a
la reflexión, el significado de su obra adquiere todo el sentido. En Casa Enterrada, nos encontramos ante el
esqueleto de un edificio que finalmente será enterrado en una tumba a modo
mastaba egipcia. El final del video es un homenaje a todos esos materiales que
constituyeron un edificio y ahora forman parte del suelo, sobre el que se
construirá uno nuevo, y así sucesivamente. De cómo cambia constantemente el
suelo que pisamos, cómo se recicla y la poca consideración que tenemos sobre el
mismo. Ante esta reflexión del continuo cambio y la constante transformación el
espectador se detiene ante Rocas de la
Isla de Spitsbergen. Lo que nos muestra esta obra es más una inquietud,
sobre el futuro de la isla con la actividad minera. Ambas obras son una forma
de denuncia y una invitación al pensamiento sobre el cuidado del suelo que pisamos.
Toda la trayectoria
artística de Lara está basada en esta preocupación. Sin ir más lejos, realizó
una obra proyectando su preocupación acerca del suelo madrileño y lo sumamente
agujereado que está, de cómo el ser humano sin ningún miramiento cava, abre zanjas,
introduce materiales… todo lo que sea necesario para que Madrid adquiera esa
calidad de ciudad avanzada. Y es precisamente esto lo que quiere recalcar la
artista, de cómo el ciudadano cada vez es menos consciente de los cambios que
sufrimos sobre la tierra que nos mantiene en pie.
El sentido de la
obra de Lara Almarcegui está estrechamente vinculado al sentido de la
fotografía que realizaba Eugéne Abott y su afán por captar aquellas cosas que
estaban desapareciendo en la ciudad. Abott visualiza los cambios profundos que
estaba experimentando París del siglo XX. Lo que le interesaba era lo que
estaba despareciendo, no haciendo, y es aquí donde se encuentran ambas obras,
la de Abott y la de Almarcegui. No trata de plasmar una obra con un gran tema,
sino que su trabajo más allá. La demolición del edificio produce una sensación
de vacío, de nostalgia. Por este motivo la obra de Almacergui no solamente se
encuentra vinculada íntimamente con la de Abott, sino que guarda puntos de
encuentro con la fotografía documental. Asistimos a una fotografía documental
como una forma social del arte, como un discurso que busca cumplir una
propaganda. Lara invita al espectador a hacer una meditación, utilizando los
medios de masas no ficcionándolos. Por
debajo pretende hacer una reflexión sobre el territorio y a su vez sobre el
pasado. “El presente es un continuo acto de destrucción y construcción”, y es
aquí donde encuentro el sentido de la obra, en el constante acto de destruir y
construir, en la convivencia palpable del pasado, del presente y del futuro,
que aún se está gestando. En todo lo que ya existe y la cantidad de cosas que
parece que aún nos tienen que llegar. Y esto es lo que parece que le asusta a Lara
Almarcegui: el futuro que aún está por llegar y que avanza a pasos agigantados,
arrasando con todo lo que ve, y sin ningún tipo de miramiento.
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