Al entrar en una galería de arte, lo primero que solemos
hacer, generalmente, es observar las obras, leer las cartelas para entender
algo de ellas y, en última instancia, leer la nota de prensa y reflexionar
sobre lo que nos ha trasmitido y si el artista ha conseguido su propósito al
crearla y ha sabido plasmar sus ideas. Sin embargo, como el propio artista
Txomin Badiola afirma, su obra no nace de discursos preestablecidos sino que es
"abierta a la experiencia del espectador" por parte de quien requiere
un esfuerzo comprender lo que se trasmite; y esto es justo lo que ha demostrado
con su última obra "Anal Capitalism".
Haciendo referencia a la segunda palabra del título de la
exposición "capitalism", el artista elabora un tema de forma bastante
filosófica en la que expone que en la sociedad capitalista en la que vivimos
"algo vale solo en la medida en que es posible su inserción en la cadena
del consumo (...) Todo nace con una obsolescencia programada que reduce
exponencialmente su uso, siendo su vocación última convertirse cuanto antes en
basura (..)". Con estas reflexiones me pregunto, ¿es el arte algo que
pueda quedarse obsoleto?. Un objeto se queda obsoleto tanto en cuanto deja de
realizar la función para la cual fue pensado, ahora bien, si su función es la
de hacernos reflexionar, ¿también puede volverse obsoleto? Así, ¿es el arte
algo obsoleto? o, por el contrario, ¿podemos remitirnos a ello, sea cual sea su
forma, para meditar sobre los temas que creamos convenientes siempre que nos
venga en gana?
Esto me remite a la exposición en sí. El artista ha creado un
espacio en el cual las obras, tal como él mismo dice, no tiene por qué tener un
discurso común o significar algo en concreto, sin embargo, el espectador se ve
libre para realizar las conexiones que crea convenientes de forma aleatorias para fabricar su
propio discurso reflexivo ante un hecho social tan de actualidad como el propio
capitalismo; mediante la ayuda del texto y el sonido; por lo tanto, y bajo mi
punto de vista, la respuesta a las preguntas anteriores sería que el arte en su
magna extensión no puede volverse algo obsoleto pues, siempre habrá algo sobre
lo que nos haga pensar. Estas relaciones, en concreto, remiten de un signo a
otro comenzando por la llamada de atención que supone toparnos de repente con
la palabra "anal". Dicha palabra, hace referencia a algo que deberíamos
considerar normal, por muy escatológico que parezca, y sin embargo, nuestro
subconsciente lo señala como algo provocador y que, al mismo tiempo nos invita
a querer saber que más hay detrás de ello; es una forma bastante contundente de
llamar la atención del visitante sobre el arte y la función cultural y reflexiva
que debería poseer sobre la sociedad en general.
Este doble significado de una palabra, o los dobles
sentimientos que nos provoca nos hace remitir a la entelekia; parte fundamental
de la obra tratada. Entelekia es definida como una cosa y su contraria; siendo
algo estudiado por Freud en sus estudios sobre el subconsciente y los sueños;
además de ser el título de la segunda parte en la que podemos dividir la
exposición de Badiola, esto es una estructura derivada de un experimento realizado po el artista hace un tiempo en el cual por un lado se puede
escuchar un audio y por el otro uno diferente, provocando en el visitante una
extraña sensación de barullo mental dentro del cual cada uno se queda en su
subconsciente con los signos que más le han convenido, creándose un mensaje
personal y diferente en cada persona; dando como resultado infinidad de
discursos y sus contrarios.
Puedo terminar afirmando que, mediante una serie
de elementos aparentemente sin un fin concreto, el artista ha conseguido crear numerosas
relaciones entre sus piezas, tan distintas unas de otras como personas pasan
por la galería con la intriga de descubrir que se esconde bajo el controvertido
título "Anal Capitalism".
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