jueves, 13 de febrero de 2014

Microrelaciones aleatorias bajo llamadas de atención por Sonia Martín Fernández

Al entrar en una galería de arte, lo primero que solemos hacer, generalmente, es observar las obras, leer las cartelas para entender algo de ellas y, en última instancia, leer la nota de prensa y reflexionar sobre lo que nos ha trasmitido y si el artista ha conseguido su propósito al crearla y ha sabido plasmar sus ideas. Sin embargo, como el propio artista Txomin Badiola afirma, su obra no nace de discursos preestablecidos sino que es "abierta a la experiencia del espectador" por parte de quien requiere un esfuerzo comprender lo que se trasmite; y esto es justo lo que ha demostrado con su última obra "Anal Capitalism".

Haciendo referencia a la segunda palabra del título de la exposición "capitalism", el artista elabora un tema de forma bastante filosófica en la que expone que en la sociedad capitalista en la que vivimos "algo vale solo en la medida en que es posible su inserción en la cadena del consumo (...) Todo nace con una obsolescencia programada que reduce exponencialmente su uso, siendo su vocación última convertirse cuanto antes en basura (..)". Con estas reflexiones me pregunto, ¿es el arte algo que pueda quedarse obsoleto?. Un objeto se queda obsoleto tanto en cuanto deja de realizar la función para la cual fue pensado, ahora bien, si su función es la de hacernos reflexionar, ¿también puede volverse obsoleto? Así, ¿es el arte algo obsoleto? o, por el contrario, ¿podemos remitirnos a ello, sea cual sea su forma, para meditar sobre los temas que creamos convenientes siempre que nos venga en gana?

Esto me remite a la exposición en sí. El artista ha creado un espacio en el cual las obras, tal como él mismo dice, no tiene por qué tener un discurso común o significar algo en concreto, sin embargo, el espectador se ve libre para realizar las conexiones que crea convenientes de forma aleatorias para fabricar su propio discurso reflexivo ante un hecho social tan de actualidad como el propio capitalismo; mediante la ayuda del texto y el sonido; por lo tanto, y bajo mi punto de vista, la respuesta a las preguntas anteriores sería que el arte en su magna extensión no puede volverse algo obsoleto pues, siempre habrá algo sobre lo que nos haga pensar. Estas relaciones, en concreto, remiten de un signo a otro comenzando por la llamada de atención que supone toparnos de repente con la palabra "anal". Dicha palabra, hace referencia a algo que deberíamos considerar normal, por muy escatológico que parezca, y sin embargo, nuestro subconsciente lo señala como algo provocador y que, al mismo tiempo nos invita a querer saber que más hay detrás de ello; es una forma bastante contundente de llamar la atención del visitante sobre el arte y la función cultural y reflexiva que debería poseer sobre la sociedad en general.

Este doble significado de una palabra, o los dobles sentimientos que nos provoca nos hace remitir a la entelekia; parte fundamental de la obra tratada. Entelekia es definida como una cosa y su contraria; siendo algo estudiado por Freud en sus estudios sobre el subconsciente y los sueños; además de ser el título de la segunda parte en la que podemos dividir la exposición de Badiola, esto es una estructura derivada de un experimento realizado po el artista hace un tiempo en el cual por un lado se puede escuchar un audio y por el otro uno diferente, provocando en el visitante una extraña sensación de barullo mental dentro del cual cada uno se queda en su subconsciente con los signos que más le han convenido, creándose un mensaje personal y diferente en cada persona; dando como resultado infinidad de discursos y sus contrarios.


Puedo terminar afirmando que, mediante una serie de elementos aparentemente sin un fin concreto, el artista ha conseguido crear numerosas relaciones entre sus piezas, tan distintas unas de otras como personas pasan por la galería con la intriga de descubrir que se esconde bajo el controvertido título "Anal Capitalism". 

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