lunes, 10 de febrero de 2014

Revelando lo escondido

Por Carlota Ayala

Un peculiar sonido es lo primero que llama la atención al entrar en la galería, induciéndonos a mirar, por puro instinto, a su origen: un video reproduciéndose incesantemente, en el que vemos unas manos tallando un texto en la transparente carcasa de un bolígrafo; junto a la pantalla, una sucesión de bolígrafos tratados mediante esta técnica evoca en el público el popular método estudiantil para copiar en un examen. Lo verdaderamente curioso, no obstante, es el asunto tratado en dichos artilugios: la declaración universal de los derechos humanos; como si la obra no fuera sino un intento desesperado por no olvidar, bajo ningún concepto, y aún a riesgo de ser castigados por ello, algo de vital importancia. Clandestino se revela, pues, como una divertida crítica a la pérdida de valores morales por parte de la sociedad.

En locked-in syndrome, Avelino Sala invita al espectador a reflexionar acerca de esa dualidad que vive nuestra sociedad a día de hoy: por un lado, somos testigos de cómo una especie de “parálisis” bloquea o inhibe la capacidad de acción del individuo que, pese a sentirse disconforme con la realidad que le rodea, se siente incapaz de actuar al respecto, ya sea por algún tipo de “incapacidad” (entre las que cabe destacar la falta de tiempo), por miedo o, simplemente, por la victimista indolencia característica de una gran parte de la población que tiene la sensación o la convicción de que cualquier acción o “sacrificio” (ya sea el simple hecho de levantarse del sofá) será en vano. En la otra cara de la moneda, manifestaciones y revueltas de diversos tipos y por diversas causas parecen ir extendiéndose a lo largo y ancho del globo, tanto en Oriente como en Occidente, de lo que Sala da buena muestra en su exposición, de manera especialmente explícita en su obra Arqueología de la revuelta. Este impulso de rebelarse ante las injusticias, propio del ser humano, es precisamente el tema central; aparece planteado como unificador de distintas culturas y como un elemento no sólo actual, sino permanentemente presente a lo largo de la Historia, y lo hace mediante la presencia simbólica de la piedra (en alusión al acto de lanzar una piedra o adoquín), como una evidente herencia del Mayo del 68. Sala parece querer plantear, de ese modo, el inconformismo como algo orgánico, natural; tal vez, movido también por el deseo de retorno a lo terrenal o una mirada a las bases sobre las que se sustenta nuestra civilización. Vemos, en cualquier caso, como el artista, mediante la simple elección, eleva un elemento “profano”, cotidiano, a la categoría de obra de arte, tal y como hizo, tiempo atrás, Duchamp.


No obstante, el artista asturiano no se limita a dar constancia de los hechos sociales, sino que va más allá, ya sea planteando al espectador cuestiones en letras de neón -Cui prodest? (acerca de quién o quiénes se benefician con la actual situación)- o invitándole a plantearlas por sí mismo, tal y como hace con la frase Larbatus prodeo, bordada en letras doradas en una capa castellana, la cual cuelga por el hueco de la escalera mediante la que accedemos a la obra que cierra la exposición, extraída de su anterior proyecto, Lo (hiper) real absoluto, que, a modo complementario, induce al espectador a profundizar, no sólo acerca de lo que sucede, sino del por qué y, más concretamente del cómo: mediante la falsedad y la ocultación. Así, Sala se postula como un reivindicador de la verdad que da voz a lo ignorado; con un deseo de “desactivación” del ciudadano robotizado a partir de la cultura.

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