lunes, 24 de febrero de 2014

Extrayendo piedras, extrayendo seres vivos.

Lucía Rúa Pérez

La artista Lara Almarcegui puede ser considerada como una investigadora de los materiales y de la acción que sobre estos recae de mano del hombre. En trabajos anteriores su línea de estudio ponía en relación la calidad y cantidad de los distintos tipos de materiales utilizados para realizar diferentes estructuras (véase su propuesta para la Bienal de Venecia, también realizada específicamente para el MUSAC: “Parque fluvial abandonado”, o su publicación “Ivry souterrain”, sobre las modificaciones territoriales de la ciudad de Ivry-sur-Seine). En la galería Parra & Romero nos presenta dos obras en su exposición “Por debajo” en la que la tónica será la misma que ha venido trabajando. Una de ellas, en formato audiovisual, nos muestra el proceso de eliminación de una vivienda que queda soterrada, y en otra nos aporta secciones representativas de los diferentes tipos de roca extraídos de una isla que ha sufrido una especie de masacre natural debido a la explotación de una mina. 

Debemos acabar de comprender esa constante del arte contemporáneo como arte documental, con un aporte de un híbrido científico y sentimental, con lo que se consigue acercarnos a una realidad de una manera objetiva, periodístico-científica, pero de la mano de un artista, quien consigue añadirle un punto de transmisión de sentimientos o sensaciones en reacción a los datos ofrecidos. El arte ya no es bonito ni idílico, el arte es duro como la piedra, y real como la vida misma. Quizá sea aquí donde podamos encontrar esa información que parece censurada en esos medios de comunicación a los que estamos acostumbrados a situar en esa definición de “medios”. El individuo reacciona y crea otra vía, el arte como un ofrecimiento de un ambiente propicio para el conocimiento, el debate y la crítica, libre de condicionamientos y pautas de lenguaje y diálogo. Habrá quien se sienta estafado, “vine a ver arte y veo un montón de piedras, el arte no existe”. Y es que el arte no existe, y el arte somos todos, y es nuestra salida, nuestra posesión y nuestros bienes, nuestra vía de acción y evolución. Porque es libre, y del mismo modo que es individual es colectivo. Comprendo la propuesta de Lara como una intención de demostrarnos que puede ser por este camino, por este medio, por el que podemos dialogar y comprendernos, porque la expresión artística es libre, y es la más fuerte de todas nuestras armas. Por ello ya no podemos primar lo estético, esto será un incentivo, pero vuelve aquella estética de lo feo como el lenguaje de la actualidad, siempre ha sido así en realidad. Quizá lo que falte en muchas ocasiones sea la información necesaria para hacer que el visitante caiga en la cuenta de esta nueva vía, se  deshaga de su avatar con el que transcurre por nuestro mundo, ese tan mimetizado con la sociedad de la mentira, tan naturalmente ya asumida, y se atreva a quitárselo y desnudarse, y así acercarse a la realidad natural de las cosas, a la interacción con los nudistas, y desde ahí, como bebés que llegan al mundo sin condicionantes, pretender mejorar las cosas. La muestra ofrece una visión de como suceden barbaries, todo desaparece y todo cambia, y los individuos observan impasibles, con su coca-cola de medio litro y su cartón de palomitas. La artista puede conseguir llevarnos hasta aquella poesía en prosa de Henry David Thoreau: “Fui a los bosques porque quería vivir a conciencia, quería vivir a fondo y extraer todo el meollo a la vida, y dejar a un lado todo lo que no fuese vida, para no descubrir en el momento de mi muerte, que no había vivido”. También puede no conseguirlo, o no pretenderlo, y que nosotros lo orientemos hacia donde nos lleve el viento en nuestro momento individual. Lo bonito de la libertad de expresión.

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