lunes, 10 de febrero de 2014

La mirada de los indignados. Begoña Illescas.

LA MIRADA DE LOS  INDIGNADOS.

Begoña Illescas Díaz

    Desde la capa española, tras la que se ocultaban antiguamente los luchadores por la libertad, hasta las barricadas que jalonan los movimientos revolucionarios urbanos del siglo XXI, Avelino Sala nos da ejemplo del compromiso del artista con el mundo contemporáneo, en un intento de aproximar el arte a la problemática actual, al modo como hicieron en el pasado tantos artistas de diferentes épocas, como Velázquez con sus mendigos, Goya en sus pinturas negras, las prostitutas y borrachos retratados por Toulouse-Lautrec , la dura vida de los pescadores de Sorolla o el dolor de los rostros de los protagonistas del “Guernica” de Picasso.
  Esta forma de entender el arte como medio para ejercer la crítica política, la encontramos en la exposición “Locked-in Syndrome” de Avelino Sala, que ofrece la Galería Ponce+Robles de Madrid, y constituye una metáfora del individuo actual que se encuentra paralizado, incapaz de reaccionar ante los continuos cambios sociales y económicos. Avelino Sala, artista asturiano, que une a su faceta de dibujante la de crítico y comisario de exposiciones, ha elaborado una obra de gran riqueza alegórica que ha sido exhibida con éxito en las principales ciudades españolas y en varios países europeos, así como en museos de Asia y América. Se sirve de las nuevas formas de expresión visual como la fotografía, el vídeo o los letreros luminosos, junto a las técnicas tradicionales del dibujo y la escultura y no desprecia el uso de humildes soportes, como bolígrafos y adoquines, para mostrar su complicidad con los ciudadanos anónimos que, al igual que los integrantes del movimiento de los Indignados del 15 M, hacen oír su voz en los foros internacionales. En su artículo “Si opus Sit. La resistencia como Arte en tiempos extraños” se replantea el papel de los artistas: “Cuando todo se desmorona no nos queda más que hacer barricadas”,  y coherente con este postulado busca el alejamiento y la reacción frente a “ciertas prácticas artísticas que derivan en lo decorativo”. Ello se manifiesta en las fotos veladas de quema de banderas, símbolo tanto para sus defensores como para sus detractores, o en los artículos de la Declaración de los Derechos Humanos, grabados sobre BIC de colores, como “chuletas” que los estudiantes esconden en un examen, o en el video donde resalta el desagradable chirrido del punzón contra el plástico durante el proceso de grabado. Especial protagonismo adquieren las piedras arrancadas del pavimento de distintas ciudades, en las que figuran el lugar y el año de las revueltas en las que fueron utilizadas como armas improvisadas.

    Sin embargo la rebeldía frente a la opresión ha venido existiendo desde la antigüedad, y el autor ilustra esta idea con el dibujo de una calzada romana y mediante la utilización de frases escritas en latín, una lengua ya muerta. Los rostros enmascarados tras los pasamontañas son la versión moderna de la capa negra que, a modo de marioneta, se balancea colgada de una cuerda y las palabras doradas, que aparecen bordadas en la misma “Larvatus Prodeo” (“Voy caminado escondido”) nos remiten a la imagen tenebrosa del terror, que  avanza sigilosamente, con el rostro tapado por el embozo, pero a su vez carente de autonomía, movida por manos invisibles. Un pensamiento semejante encontramos articulado en los tubos de neón del Cui Prodest? (¿A quién beneficia?). La pregunta clásica que se formulan los investigadores de un crimen en un relato detectivesco, incita a averiguar la verdadera identidad de los poderes ocultos en las sombras y sirve a Avelino Sala como grieta para “asomar la cabeza” y “poder mostrar la vida tal como se ve desde los ojos de los artistas”.

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