Elena González-Moral Ruiz
Para
Cristina Lucas, la figura de un artista va mucho más allá de la creación meramente
estética. Su concepción de la labor de este personaje es la de cuestionar lo
establecido. Ella misma pone en práctica esto como línea que atraviesa su
trabajo. En su obra, se le da prioridad a la reflexión crítica de la sociedad
que nos rodea, así como de la jerarquía de poderes que la articula. En
Es capital, un proyecto de
intervenciones “site specific”, Lucas mezcla la reflexión social con la
económica y, en menor medida, la política, mediante diversos medios que le
otorgan dinamismo a la exposición, como proyecciones de video, fotografía o
papel. El resultado final que se nos presenta deja entrever la cantidad de
trabajo dedicado a cada una de las piezas. Para Capitalismo filosófico, por ejemplo, fue necesario entrevistar a 68
figuras de diferentes entidades, y todos los trabajos son de nueva creación.
Una
constante en la trayectoria artística de Lucas, según sus propias palabras, es
la aparición, de una manera o de otra, de la noción del poder, un poder que se
manifiesta en el ejercicio de una determinada fuerza. Para ella, el término que
mejor resumiría el planteamiento es el de “autoridad”. En Es capital, la autoridad que se presenta ante el espectador es la
autoridad del dinero, y en consecuencia, el poder que ejercen aquellos que lo
poseen. Pero es un poder que no deja de estar marcado por la paradoja. En Plusvalía, la artista investigó cuanto
costaba la obra del padre del comunismo, Karl Marx, El capital, escrita a partir de la primera gran crisis del
capitalismo. De esta manera, introduce en la corriente una obra que intentaba
salirse de ella. Montaña de oro
presenta al espectador las tripas del sistema en el que se vive: las cámaras de
los bancos que guardan celosamente el oro, unidad monetaria del pasado, pero
que todavía articula la ambición de la sociedad. Capitalismo filosófico establece un discurso especialmente afilado
al presentar la visión de conceptos filosóficos tales como el arte, la justicia
o la belleza, por parte de colectivos e individuales que hacen negocio con
ellos. Finalmente, la pieza titulada como El
superbien común presenta la paradoja de un sistema capitalista en el que todo
el mundo sueña con una vida de élite, en un planeta que no tiene los recursos
suficientes para otorgarla. Además, se explora el concepto de la globalización,
al presentarnos a personajes orientales rodeados de un lujo propio de Occidente.
El capitalismo ha unido a la humanidad bajo su inmensa sombra, haciendo que
todos persigamos el mismo tipo de vida idílico caracterizado por la abundancia
de dinero.
La
motivación que Lucas elige para seguir trabajando en el campo de las artes no
es otra que una necesidad inherente de comprender el tiempo en que le ha tocado
vivir y ofrecer su visión particular de éste al mundo. Está movida por la
curiosidad, una curiosidad que se termina topando con paradojas, incógnitas y
misterios que hacen que se torne en pasmo. Una curiosidad que no deja de tener
un sentido pedagógico, al tratar de contagiarla. No es una exposición sin
sentido, de simple presentación de un mundo en el que tanto artista como
espectador se hallan inmersos. Es una invitación a reflexionar sobre el sistema
que controla nuestro día a día, y una exhortación a aprender a ver las
contradicciones de ese mismo sistema. Después de todo, ya enunciaba Welles que “el
arte es una mentira que permite darnos cuenta de la verdad”.
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