Por Daniel Palacios
Varios
años atrás con la instauración del perpetuo artefacto - crisis
financiera comenzó a reproducirse una leyenda urbana que, de forma
heroica, narraba como El Capital
de Carlos Marx era “el libro más vendido”. Si bien es cierto que
en Alemania las ventas ascendieron en los últimos años, la leyenda
hablaba en realidad de la reaparición en ciertos sectores occidentales, que habían olvidado el fantasma del comunismo en los tiempos de
bonanza, del motivo marxista. En este contexto Cristina Lucas presenta Es
Capital bajo el comisariado de
Manuel Villa en Matadero, Madrid, llevando a preguntarse a cerca de
varios motivos marxianos. Pero, al contrario que busca la exhibición, el uso del motivo de “Marx”
y las condiciones del “capitalismo” de forma recurrente
en la escena reciente surge como reflexión de peso (si es que en algún momento estos motivos dejaron de estar presentes).
En el
año 2001 Slavoj Žižek afirmaba que “Hoy, 'volver a Marx' es ya
una moda académica minoritaria”(Can Lenin Tell Us About Freedom
Today?, Rethinking Marxism
Vol.13 nº2, 2001). Esta cita, encuadrada en un momento en el que el
marxismo parecía haber quedado relegado desde hacía ya una década
a la América Latina, debe ser rescatada por la escena totalmente
opuesta en la que nos encontramos en la actualidad. Si bien no es un
leitmotiv en la
trayectoria de Lucas, puede observarse como la artista si que se suma, en cierto sentido, al carro del arte del contexto de la crisis. Con
aciertos y desatinos, se exponen en la ex sala frigorífica del
Matadero cuatro trabajos de nueva creación con los que Lucas
interpreta algunos “trending topics” de El Capital.
Queda en estas obras superada (o ignorada) la paradoja de si puede
hablarse de Marx desde unos lenguajes que se contraponen en esencia a
una concepción socialista de las artes. Así el conjunto de piezas
puede traducirse es en una profundización de Marx como fetiche, en
una banalización de la teoría marxista que se entronca con las
maneras de hacer del Andy Warhol de Chelsea Girls
(1966) y el Hans Haacke del MoMA Poll
(1971). La cita a Marx, la apropiación del discurso ajeno y la
posproducción fotográfica dan lugar a una amalgama racionalizada de
mensajes autolimitados. Capitalismo filosófico
construye el patetismo que emana de la obligación a legitimar su
oficio por parte del entrevistado, lo que ya vimos en Quid
pro quo (2010) donde junto a
Cuauhtémoc Medina cuestionaba de forma similar a los críticos de
arte o en soldados.com (2007)
al preguntar por detalles del ser soldado profesional. Esto, junto a
las piezas como Plusvalía
o Superbien común nos
llevan a la interpretar la muestra como un interrogante más que como la
afirmación “Es Capital”.
En cierta medida Lucas juega al niño preguntón. “¿Qué se puede
hacer con?” planteaba Nicolás Bourriaud (Postproducción,
2002). Lucas se ha debido de realizar esta pregunta, concretada en
“¿Que se puede hacer con “Marx” y “El Capital”?
Para finalmente contestar con que sus piezas “Son Capital”.
Indudablemente Lucas habla de El Capital,
ahora si clarifica sus conceptos o los ilustra es un tema más
pantanoso. El propio hecho, que ya se ha señalado, de utilizar un
lenguaje totalmente opuesto al que la teoría socialista podría
desear para su producción cultural lleva a las obras de Lucas al
terreno de la ironía. Respecto a esta, Antonio Gramsci señalaba
como “puede ser justa como actitud de cada intelectual individual,
es decir, sin responsabilidad inmediata aunque sea en la construcción
de un mundo cultural o para indicar el distanciamiento del artista
del contenido sentimental de su creación” (Las
"contradicciones" del historicismo y sus expresiones
literarias (ironía, sarcasmo),
1935). Pero, siendo así, si retiramos la ironía de los temas “Marx" y "El Capital” de la obra de Lucas finalmente nos encontramos
ante el fantasma que (aun) recorre el arte... el fantasma del
minimalismo.
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