Carlota Ayala Berlínchez
En un espacio amplio y oscuro,
brillan las obras que conforman la exposición de Cristina Lucas, Es Capital, la cual se basa fundamentalmente
en fotografía y vídeo. Lo primero que llama la atención, nada más entrar, es la
imagen de un excesivo grupo de personas de clase alta divirtiéndose en un coche
de lujo. Esta imagen y las otras cuatro que la siguen, bajo el título de El superbien común, transmiten un
glamour y una ostentación algo hortera a la que, no obstante, nuestro period eye ya está más que acostumbrado
gracias, fundamentalmente, a la publicidad. Todas, pero, especialmente, la
segunda imagen, en la que tres jóvenes posan realizando una pirueta en una
majestuosa estancia, transmiten poder, riqueza y triunfo a partes iguales y
¿cuáles son, sino éstos, los objetivos más perseguidos por el hombre en nuestra
cultura? Coches de lujo, abrigos de pieles y familias felices e ideales que
posan desenfadadamente ante la cámara para el tradicional retrato familiar al
más puro estilo yanqui. La fotografía que, quizá, simboliza de manera más
directa las intenciones de la artista es la protagonizada por una familia de
cinco miembros a lomos de un precioso caballo blanco. Una imagen idílica, según
nuestro actual imaginario colectivo; no obstante, no hace falta saber mucho de
biología para sospechar que cinco personas, por livianas que sea, son demasiado
peso para un sólo caballo. Cabe la posibilidad, por tanto, de que represente
nuestro sistema, es decir, puede que se trate de un paralelismo: ambas
situaciones son, a la larga, insostenibles.
Montaña de oro hace referencia al método que anteriormente se
empleaba para fijar el valor de la moneda de una nación, sistema que decidió
ser cambiado por el actual, en el que el propio mercado determina dicho valor,
con lo que ello acarrea. Frente a la volatilidad actual, los lingotes de oro
representan la consistencia de éste metal, no sólo literal, sino también metafóricamente.
Por su parte, Plusvalía es el
resultado de la investigación llevada a cabo por la artista en torno a El Capital, de Karl Marx, centrándose
fundamentalmente en la comercialización de los manuscritos. La obra se compone
de documentos de diversa índole que hacen hincapié en el valor que posee este
tratado, tanto económica como culturalmente. A los documentos en papel se le
suman un video documental que trata precisamente del largo y arduo proceso de
elaboración de El capital, obra que,
dicho sea de paso, inspira de manera evidente el nombre de la presente
exposición, haciendo un más que oportuno juego de palabras. Este documental
subraya el afán perfeccionista de Marx, así como el importante papel que jugó
Engels en la elaboración de los dos últimos tomos, y explica las vicisitudes
por la que han pasado los manuscritos debido, entre otras cosas, a la expansión
nazi. La plusvalía en este caso resulta evidente, del mismo modo que es
evidente que el capitalismo posee la capacidad de apropiarse de todo, sin
excepción: lo mismo da una obra de Marx, que la imagen del rostro del Che
Guevara o, porque no, del Amor. De todo se puede sacar un beneficio egocéntrico
y desmesurado.
A estas tres obras las acompaña
el incesante parloteo confuso que desprende Capitalismo
filosófico, obra formada por siete vídeos, en cada uno de los cuales,
importantes cargos de diversas empresas reflexionan acerca del sentido que para
ellos poseen los conceptos (tales como la Belleza o el Arte) con los que comercializan. El
objetivo de la exposición es claro: resaltar las paradojas, incongruencias y
demás parafernalia del Capitalismo. De nuevo, el arte conceptual revela su
poder pedagógico de la mano del artista.
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