Consumidores del tiempo
Irene Salamanca Vaquero
El
capitalismo produce que las empresas lleven a cabo una producción de bienes y
servicios que dependen de un mercado de consumo para la obtención de recursos,
a través del comercio y con la división del trabajo, sin embargo el capitalismo
conlleva algo más detrás.
“La
desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del
mundo de las cosas”, Marx onsideraba que todo hombre tiende a saciar unas
necesidades, que a lo largo de la historia se van transformando. El hombre crearía
unos productos con el fin de satisfacerlas, y para ello tendría que ayudarse de
otros individuos, tendría que haber una socialización, de modo que entenderá la
historia como un proceso social. La historia permite la construcción del
hombre, y su existencia se manifiesta por un conjunto de fuerzas productivas
que actúan en un medio natural, y distingue cuatro modos de producción básicos,
el modo de producción más antiguo, que generaría dos clases sociales:
amos y esclavos; el de tipo feudal produciendo señores y siervos; el
renacentista con maestros y oficiales; y el modo capitalista donde se
encontrarían empresarios y obreros. El motor de la historia será el progreso
técnico y el trabajo, pero será la lucha de clases la que implantará un tipo de
sociabilidad, “nadie
combate la libertad; a lo sumo combate la libertad de los demás. La libertad ha
existido siempre, pero unas veces como privilegio de algunos, otras veces como
derecho de todos”. A través de la revolución, el obrero, un personaje
deshumanizado, que no cuenta para nada, al igual que su trabajo, hace valer sus
derechos y libertades.
El
desarrollo de toda esta teoría por parte de Marx fue recogida en su obra El
Capital, considerada su obra cumbre y dividida en tres tomos: El proceso de producción del capital, El
proceso de circulación del capital
y El proceso global de la producción capitalista o el proceso de producción
capitalista, en su conjunto. Sin embargo lo más relevante de estos libros
no ha sido el contenido, sino las cuantiosas cantidades de dinero que se piden por
un escrito de este autor, de un pensamiento que todos conocemos y que debería
ser de uso público, pero que sin embargo no podemos permitirnos. A este elevado
coste es al que hace referencia el estudio llevado a cabo por Cristina de Lucas
en Plusvalía, una expresión monetaria que él mismo popularizó, y que
haría referencia al aumento del valor de una cosa por causas externas, lo que
supone un beneficio económico, por lo que Marx apostó por su desaparición.
Un capitalismo que se basa en el consumo, en el dinero y por el los
países se mueven, “el dinero
es un arma de destrucción masiva” dijo Pedro
Ruiz, por él se toman unas decisiones u otras, como ocurrió con la Guerra de
Irak y el Señor Bush, utilizando el pretexto de la destrucción de las torres
gemelas, seguro que no tenía nada que ver el petróleo que se encuentra en los
países árabes. Pero en realidad se busca crear riqueza para que ocurra como se
nos muestra en Montaña de oro, para
que quede almacenado, expuesto, pero no sea utilizado, sea un mero objeto
contemplativo, como una pieza de museo, como un exvoto u objeto de adoración.
Sin embargo, ¿hasta
donde hemos llegado por conseguir toda una serie de lujos? Hemos vendido la
muerte, el dolor, la belleza, el miedo, el arte, nos hemos convertido en
consumidores que buscan un bienestar y unos lujos como forma de ocupar los
huecos de nuestra vida, hemos aprendido a vender los ámbitos más insospechados
de nuestras vidas. Somos seres manipulados, que buscamos el ser como otra
persona, a través del desprestigio y de la idea de un continuo “hay que
actualizarse”, actualizarse en los medios de comunicación, en las últimas
aplicaciones de nuestro móvil o nuestra forma de vestir. Hemos perdido ya esa
capacidad de decidir por nosotros mismos sin ser condicionados, ya que
constantemente nos están bombardeando con productos y objetos.
Hemos sido consumidores de un tiempo que nunca nos va a ser
devuelto, y en el que nunca quedará nada de nosotros.
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