miércoles, 12 de marzo de 2014

El capital omite los valores humanos

Lucía Aguirre Vaquero

La propuesta de la realización de un análisis de las incógnitas y paradojas del sistema capitalista que Cristina Lucas plantea en Matadero no deja indiferente, sobre todo por los conceptos de los que ha decidido partir para ahondar en este asunto, y su apariencia estética -como si de objetos meramente artísticos realizados en diferentes técnicas se tratase-.

Su formación, fundamentalmente pública y en las Bellas Artes, junto a otros factores personales, le han hecho labrarse a sí misma como una mujer independiente que se plantea el arte como un análisis crítico de las estructuras que conforman la sociedad, ya que comenzó su formación como economista. Esta artista no se aparta de la proyección feminista, germen que en su trayectoria nació del quinto capítulo de Émile de Rousseau, aunque en este caso su discurso se encarga de trazar una línea entre lo dudoso de la seriedad de los planteamientos filosóficos o teóricos de la macroeconomía y los principios que giran en torno a esta –en otra esfera-, haciéndonos reflexionar.

Tanto el valor del capital, amontonado ahora en lingotes de oro –creando un monumento de sí mismo-, como el valor de los manuscritos de Marx inéditos, son testigos presenciales del cambio de la historia del siglo XX, auge del capitalismo que ha liberado fronteras para el libre comercio, del mismo modo que abre los medios de comunicación y la información. La gente está más sensibilizada con los problemas humanos y se plantean soluciones que podrían aportar otro sistema que no fuera el reinante.

Sigue habiendo plusvalía y cuando un país con leyes (humanas) decentes no se deja ser explotado, se traslada la fábrica a algún lugar donde las condiciones de trabajo sean infrahumanas, como a China, donde el trabajo es síntoma de orgullo familiar y donde trabajar mucho está “bien visto”. El capitalismo radical es de todo menos solidario y el lujo asiático no es más que postureo basado en teorías maltusianas en una sociedad cuyos valores se han gestado en un comunismo radical. El capital, al fin y al cabo, es desencadenante de la deshumanización de conceptos filosóficos que nunca estuvieron concebidos como materia comercial. Son pues, ahora, los trabajadores considerados herramientas puras creadoras y no como un humano cuya necesidad primordial es la supervivencia.

Pues bien, mi reflexión es simple. Salgo de la cámara frigorífica de Matadero y me adentro en WE TRADERS, donde me encuentro con jóvenes propuestas que abren una rendija de luz redefiniendo así la relación entre valor, beneficio y bien público. Las consideraciones que mueven tanto la economía como los valores humanos se han intercambiado, se ha pasado a hablar de humanos en términos de macroeconomía y viceversa, mientras que esto lo único que consigue es la desconfianza pública.

Lo mismo sucede exactamente con Es Capital, que ya desde el titular que nos da paso a esta muestra es de por sí un incentivo para creer en que todas las teorías y estudios que se ha convertido, como con El Capital de Karl Marx, en un producto de consumo exclusivo, pero que a su vez no falta en ningún hogar. Ha pasado a ser un fetiche de dominio público que pasa a ser elemental, sinónimo de capital. Cristina Lucas no se refiere con Es Capital a la economía, sino a lo esencial, a la esencia humana.


            

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