Lucía Aguirre Vaquero
La
propuesta de la realización de un análisis de las incógnitas y paradojas del
sistema capitalista que Cristina Lucas plantea en Matadero no deja indiferente,
sobre todo por los conceptos de los que ha decidido partir para ahondar en este
asunto, y su apariencia estética -como si de objetos meramente artísticos
realizados en diferentes técnicas se tratase-.
Su
formación, fundamentalmente pública y en las Bellas Artes, junto a otros
factores personales, le han hecho labrarse a sí misma como una mujer
independiente que se plantea el arte como un análisis crítico de las
estructuras que conforman la sociedad, ya que comenzó su formación como
economista. Esta artista no se aparta de la proyección feminista, germen que en
su trayectoria nació del quinto capítulo de Émile
de Rousseau, aunque en este caso su discurso se encarga de trazar una línea
entre lo dudoso de la seriedad de los planteamientos filosóficos o teóricos de
la macroeconomía y los principios que giran en torno a esta –en otra esfera-,
haciéndonos reflexionar.
Tanto
el valor del capital, amontonado ahora en lingotes de oro –creando un monumento
de sí mismo-, como el valor de los manuscritos de Marx inéditos, son testigos
presenciales del cambio de la historia del siglo XX, auge del capitalismo que
ha liberado fronteras para el libre comercio, del mismo modo que abre los
medios de comunicación y la información. La gente está más sensibilizada con
los problemas humanos y se plantean soluciones que podrían aportar otro sistema
que no fuera el reinante.
Sigue
habiendo plusvalía y cuando un país con leyes (humanas) decentes no se deja ser
explotado, se traslada la fábrica a algún lugar donde las condiciones de
trabajo sean infrahumanas, como a China, donde el trabajo es síntoma de orgullo
familiar y donde trabajar mucho está “bien visto”. El capitalismo radical es de
todo menos solidario y el lujo asiático no es más que postureo basado en
teorías maltusianas en una sociedad cuyos valores se han gestado en un
comunismo radical. El capital, al fin y al cabo, es desencadenante de la
deshumanización de conceptos filosóficos que nunca estuvieron concebidos como
materia comercial. Son pues, ahora, los trabajadores considerados herramientas
puras creadoras y no como un humano cuya necesidad primordial es la
supervivencia.
Pues
bien, mi reflexión es simple. Salgo de la cámara frigorífica de Matadero y me
adentro en WE TRADERS, donde me encuentro con jóvenes propuestas que abren una
rendija de luz redefiniendo así la relación entre valor, beneficio y
bien público. Las consideraciones que mueven tanto la economía como los valores
humanos se han intercambiado, se ha pasado a hablar de humanos en términos de
macroeconomía y viceversa, mientras que esto lo único que consigue es la
desconfianza pública.
Lo
mismo sucede exactamente con Es Capital, que ya desde el titular que nos da
paso a esta muestra es de por sí un incentivo para creer en que todas las
teorías y estudios que se ha convertido, como con El Capital de Karl Marx, en
un producto de consumo exclusivo, pero que a su vez no falta en ningún hogar. Ha
pasado a ser un fetiche de dominio público que pasa a ser elemental, sinónimo
de capital. Cristina Lucas no se refiere con Es Capital a la economía, sino a
lo esencial, a la esencia humana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario