Pasado, Presente y Futuro
Rebeca Gonzalo
El tiempo es algo que siempre ha cautivado al
ser humano. Es algo que está ahí, es visible a la vista de cada uno de nosotros
pero a veces miramos hacia otro lado pensando que será más fácil vivir la vida
sin prestar atención al paso del tiempo. El mundo, al igual que cada ser humano
y que cada cosa, tiene un pasado, un presente y un futuro, y cada uno de ellos
nos acompañaran a lo largo de toda nuestra existencia. ¿Pero cómo ha afectado
este paso del tiempo a nuestro planeta?, ¿Alguna vez nos hemos parado a pensar
sobre ello?
La artista Lara Almarcegui nos hace
reflexionar con su obra sobre este paso del tiempo, sobre cómo afecta sobre
nuestro planeta y sobre el territorio. Y es que como la propia artista indica,
en sus obras “Busco lugares
amenazados y a punto de desaparecer, por lo que la cuestión del tiempo es
fundamental”.
Lara Almarcegui es una de las artistas españolas con mayor proyección internacional. Su obra en apariencia fría y minimalista,
tiene un fuerte sentimiento y una fuerte crítica hacia el urbanismo. Esta artista
siempre ha centrado su obra en la ciudad, centrándose principalmente en las
ruinas y los descampados. En esta línea, realiza la Guías de Descampados que ha ido realizando en San Paulo, Ámsterdam
o la ría de Bilbao, donde la artista muestra una idea de no intervención sobre
el entorno y la hace alejarse del Land
art con el que se le ha vinculado en algunas ocasiones.
En la galería Parra & Romero se encuentra
su última exposición titulada Por debajo/
Underneath compuesta por dos proyectos: Casa
Enterrada y Rocas de la Isla Spitsbergen. Una exposición compuesta
únicamente por estas dos obras que en un primer momento hacen que el espectador
no comprenda bien el significado de las misma, pero que si presta atención,
especialmente a la obra Casa Enterrada,
quedará sumergido en un ambiente y con un sentimiento como pocas obras son
capaces de trasmitir. En Casa Enterrada
nos encontramos ante un proyector que presenta un video en el que una casa
situada en Dallas es destruida y sus restos comienzan a formar parte del propio
solar en el cual fue construida, poco a poco una máquina va destrozando la casa
hasta que queda convertida en escombros. El sonido de la maquina, de la casa al
destruirse y de los escombros al juntarse con el suelo, unido con el silencio
de la galería, crean una ambiente de despedida que hace que el espectador salga
de la exposición con un sentimiento agridulce.
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