Con
Capitalismo Anal, Txomin Badiola nos
anticipa su exposición aunque no sabes lo que te puedes encontrar. Nada más llegar el espectador ya se encuentra en el
umbral de la galería con su primera obra. Panfletos que repiten el nombre de la
muestra como si fueran carteles publicitarios, en una época en la que
continuamente es uno de los reclamos más demandados, o más fáciles de ver por
las calles para anunciar algo. Posiblemente esté jugando con la idea de llamar
la atención, ya que nadie se espera que eso mismo forme parte de la colección, y
vaya si lo consigue. Fácil y eficaz.
Una
vez metidos en materia, entendemos realmente lo que pretende. Dentro del
contexto de la “Nueva escultura vasca” este artista ha desarrollado su producción
de manera intachable. Articula el espacio a su antojo, con sus obras, dejando
que el espectador se guíe por sí mismo. Capitalismo
Anal es el ejemplo que mejor lo define, una valla metálica que va del
interior hacia el exterior y dentro de la misma varias obras más pequeñas que
la completan. Mezcla de escultura de hierro y acción poética, donde parece que
las palabras que forman las frases están puestas al azar, sin seguir un
discurso lineal, pero es precisamente eso, toda una declaración de intenciones
con frases muy reveladoras, que no siguen la alocución tradicional.
La
segunda obra que destaca dentro del espacio, tan blanco que el color del hierro
no parece sintonizar, Entelequia,
mezcla una pantalla en la que de fondo tiene un texto hablado. Este audio se
origino en un ejercicio que hizo en Primer
Proforma 2010 y que ha utilizado aquí poniéndolos consecutivamente hasta
que prácticamente no se reconozca lo que dice, dando la oportunidad al
espectador de leerlo y formando así parte de la obra, recuperando el matiz que había
perdido con la contraposición de los textos y devolviéndole su identidad. Juega
con la inmaterialidad, una obra de arte no tiene porque ser un objeto, sino que
puede ser tan efímera como que alguien la lea.
Con
el titulo se intuye a lo que se refiere. Hemos llegado a una sociedad de
consumo, tan capitalista que muchas veces perdemos los valores fundamentales. Obviamente
es algo que nos rodea, en cierta parte inevitable, pero que hemos asumido como
una tradición que nos imponen que da asco. Como él mismo señala: “la cultura
también ha entrado en esa rueda imparable del consumo que exige una deglución rápida
para ser velozmente convertida en basura, en excremento”
En
contraposición con todo esto, el arte siempre se ha visto como objeto de mero
entretenimiento a no ser que este consumido por coleccionistas, y en ese caso
se consideraría un producto de lujo, por lo que cuando entra en el círculo de
la cultura capitalista consigue ser valorado de verdad, entonces, ¿Qué hay de
real en todo esto? Estamos criticando una sociedad en la que nosotros mismo
estamos metidos y no queremos salir. Sí un artista crítica los problemas sociales
pero luego, en parte vive dentro del sistema imparable que se está criticando,
¿Es lícito?
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