martes, 22 de abril de 2014

Arte sin materialidad.

Sandra Sainz García

Con Capitalismo Anal, Txomin Badiola nos anticipa su exposición aunque no sabes lo que te puedes encontrar. Nada más llegar el espectador ya se encuentra en el umbral de la galería con su primera obra. Panfletos que repiten el nombre de la muestra como si fueran carteles publicitarios, en una época en la que continuamente es uno de los reclamos más demandados, o más fáciles de ver por las calles para anunciar algo. Posiblemente esté jugando con la idea de llamar la atención, ya que nadie se espera que eso mismo forme parte de la colección, y vaya si lo consigue. Fácil y eficaz.

Una vez metidos en materia, entendemos realmente lo que pretende. Dentro del contexto de la “Nueva escultura vasca” este artista ha desarrollado su producción de manera intachable. Articula el espacio a su antojo, con sus obras, dejando que el espectador se guíe por sí mismo. Capitalismo Anal es el ejemplo que mejor lo define, una valla metálica que va del interior hacia el exterior y dentro de la misma varias obras más pequeñas que la completan. Mezcla de escultura de hierro y acción poética, donde parece que las palabras que forman las frases están puestas al azar, sin seguir un discurso lineal, pero es precisamente eso, toda una declaración de intenciones con frases muy reveladoras, que no siguen la alocución tradicional.

La segunda obra que destaca dentro del espacio, tan blanco que el color del hierro no parece sintonizar, Entelequia, mezcla una pantalla en la que de fondo tiene un texto hablado. Este audio se origino en un ejercicio que hizo en Primer Proforma 2010 y que ha utilizado aquí poniéndolos consecutivamente hasta que prácticamente no se reconozca lo que dice, dando la oportunidad al espectador de leerlo y formando así parte de la obra, recuperando el matiz que había perdido con la contraposición de los textos y devolviéndole su identidad. Juega con la inmaterialidad, una obra de arte no tiene porque ser un objeto, sino que puede ser tan efímera como que alguien la lea.

Con el titulo se intuye a lo que se refiere. Hemos llegado a una sociedad de consumo, tan capitalista que muchas veces perdemos los valores fundamentales. Obviamente es algo que nos rodea, en cierta parte inevitable, pero que hemos asumido como una tradición que nos imponen que da asco. Como él mismo señala: “la cultura también ha entrado en esa rueda imparable del consumo que exige una deglución rápida para ser velozmente convertida en basura, en excremento”


En contraposición con todo esto, el arte siempre se ha visto como objeto de mero entretenimiento a no ser que este consumido por coleccionistas, y en ese caso se consideraría un producto de lujo, por lo que cuando entra en el círculo de la cultura capitalista consigue ser valorado de verdad, entonces, ¿Qué hay de real en todo esto? Estamos criticando una sociedad en la que nosotros mismo estamos metidos y no queremos salir. Sí un artista crítica los problemas sociales pero luego, en parte vive dentro del sistema imparable que se está criticando, ¿Es lícito?

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