jueves, 24 de abril de 2014

De sentido incomún.

Sofía Corrales.

Lara Almarcegui  vuelve a poner en la mesa el abuso de la mano humana sobre la naturaleza dada. Tras representar a España en la bienal de Venecia en 2013, la Galería Parra+Romero acoge dos obras de la artista, que se recogen bajo el título Underneath.  Su mensaje no necesita de mucho para ser potente y muy direccionado. 

La artista nos presenta dos proyectos, ambos iniciados en 2012: Casa Enterrada, Dallas  y Rocas de la Isla de Spitsbergen. El primero de ellos es el enterramiento de una casa tras su demolición, la narración de su desaparición, el enterramiento (y perpetuación) del pasado, y la reflexión sobre el presente y el futuro del barrio, que está pasado por una etapa de cambios y transformaciones urbanas. En el segundo, Almarcegui intentó identificar todas las rocas de una isla del Ártico de más de 39 000 km2. El listado de rocas se refiere al pasado geológico,  pero también se refiere a los cambios debido a la actividad minera, que es parte de la historia del lugar, y a la destrucción que se puede producir por su actividad.  Es una forma de reflexionar sobre el futuro de la isla y plasmar una preocupación al respecto que todos deberíamos compartir.

En los años 70 Smithson ya hablaba de los edificios como ruinas incluso antes de ser construidos. La obsolescencia es tal que está presente desde el mismo proceso de edificación.  El artista y teórico del ya Land Art Tenía una visión catastrofista y teleológica, el presentimiento abrumador de ir caminando hacia la nada. Además, este artista creía en la antropía; la imposibilidad de controlar la energía durante mucho tiempo. Sobre todo en los sistemas complejos, como nuestra civilización, nos enfrentamos a la imposibilidad de controlarlos prolongadamente, y sucede que acaban dispersándose.

La artista intenta hablarnos del ridículo de la construcción por su naturaleza de obsolescencia.  Ya desidealizaba  la arquitectura con su polémica obra en la bienal de Venecia, y en MUSAC  reflexionaba sobre los descampados, presentándolos como  el potencial campo de acción para el desarrollo de nuestra obsesión constructivista, y, a la vez,  de nuestra tendencia al abandono y la fragilidad de nuestro ímpetu.
Con su obra parece querer señalar, a su vez,  de la facilidad que tenemos hoy para  cambiar la mirada en dirección de algo más nuevo o más llamativo en un abrir y cerrar de ojos, como si nuestras acciones fueran insignificantes y el terreno también. ¿Qué le sucede al ser humano para llevarle a alterar el entorno sin descanso y lo peor de todo, sin necesidad?  Los metros de suelo que no han pasado por nuestras manos están contados casi al dedillo. Lo usemos o no, nos sirva o no, manipulamos el terreno a nuestro antojo en la  ilusión de gobernar el mundo.  La arquitectura es la forma más fuerte que tenemos para alargar nuestra presencia en él, y quizá es esta la razón que nos lleva a edificarlo sin respiro.  El paso del tiempo  nos produce tal vértigo que, ante la ineludibilidad de su acción, nos sujetamos al suelo mediante piedra, ladrillo, y cemento.

El uso de estos  materiales requiere que gastemos, muchas veces, cantidades de dinero que ni si quiera tenemos pero buscamos en cualquier parte en la  desesperación. Spiral Jetty, la obra más conocida de Smithson, fue una obra sobre el paisaje que mostró de todo menos respeto  hacia las condiciones naturales, reales, del lugar donde se realizó. Precisamente se dedicó a alterarlo por completo sujetándose al argumento de que aquello duraría poco igualmente.

Lara Almárcegui da un paso más allá y como espectadora de estos sucesos y actitudes reivindica un mayor respeto al terreno que nos viene dado, tirando por tierra la veneración a la arquitectura e intentando desactivar las connotaciones  que la legitiman como arte, como manifestación del espíritu del hombre o como depósito de valores,  factores a los que se agarra el progresivo abuso  que estamos haciendo de ella. El espectáculo es hoy quien da la bienvenida a los museos  descomunales que toda gran ciudad anhela con prisa. Nada de necesidad. De alguna manera lo que busca Almarcegui es hacernos conscientes de la  poca necesidad que hay normalmente detrás de los grandes proyectos de construcción, y sólo eso es ya un movimiento significativo.




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