Sofía
Corrales.
El sistema
capitalista es el sujeto de análisis con una asiduidad más que frecuente en el
panorama artístico actual. Cristina
Lucas lo hace ahora en la antigua cámara frigorífica del Matadero de Madrid,
donde la muestra Es capital no hace
más que cuestionar, en clave irónica, el sistema económico en que nos hayamos
inmersos.
Su aportación es
un conjunto de cuatro proyectos que analiza las contradicciones y paradojas del
capitalismo. La primera pieza, Plusvalía, documenta un proyecto de
investigación de la artista en el que buscaba conocer el precio que tiene
actualmente el Manuscrito de El Capital, de Karl Marx, cuya primera edición vio
la luz en 1867. El capitalista obtiene ganancia de la fuerza del trabajo,
beneficio sin el que no podría existir la sociedad capitalista. Con Montaña de oro pasa poner en la mesa, a través de dos fotografías,
el oro que almacena el Banco de España.
Oro, que, no debemos olvidar, ha servido de baremo durante siglos para
fijar el valor monetario de un país. Conceptos filosóficos es una serie de
entrevistas cuyo objetivo es comprender el uso que hacen las empresas de
conceptos como La Muerte, para una empresa funeraria, o la belleza, para una
clínica de cirugía estética. Por último, El superbién común habla sobre una de
las paradojas más graciosas del sistema capitalista, su pretensión de una vida
basada en el consumo pero en un planeta en el que los recursos son
inevitablemente insuficientes y materialmente imposibles, en cuanto a la cantidad
que de ellos nos brinda el mundo, de modificar.
A pesar de que se atisba un discurso crítico potente, la coherencia
formal brilla por su ausencia y esto da lugar a un cierta confusión en la que
es difícil hacer el “clik” y conectar con el espíritu crítico que busca encendernos.
Quizá hablar
de “aportación” no es lo correcto y haya utilizado el término por simple
costumbre. La obra que que presenta
Cristina Lucas, si bien no se autojustifica en su calidad estética, tampoco hace la función conectora que debería,
de tratarse de lenguaje, de tratarse de idea, de tratarse de concepto.
El arte es
siempre hijo de su época y responde por tanto a ella. Pero tiene también, y por
esto mismo, una deuda con el público.
Debe legitimarse cada día sino se quiere caer en lo frívolo o lo
elitista, en lo banal y suprimible. Cristina lucas dice entender el arte como
una forma de reflexionar sobre el mundo, y presenta, sin embargo, una obra que
es tan hermética como abierta a interpretaciones, y por tanto, vaga en su
dirección. Su meta
conceptual de se derrumba porque pocos pueden captarlo ni hacer por tanto uso
de ella.
Estéticamente su discurso aparece caído desde el principio. Su
manifestada indiferencia hacia la forma, que se podría sujetar con un buen
proyecto conceptual, esto es, coherente,
estructurado, y asequible a un público dispar, tira también por tierra
un posible gozo puramente sensorial, que sería la otra posibilidad para su
sentido.
No es que
defienda una autonomía de la forma. Es que esta sólo tiene sentido, en tanto
que supeditada al contenido, si es eficiente en su transmisión. La
incoherencia formal no proporciona sentimiento alguno más que confusión, y de
eso ya tenemos bastante en la calle. El arte
contemporáneo se ve muchas veces juzgado por la incapacidad de conectar con el
público, al menos con aquel que no es previo conocedor. Si bien esto sucede con frecuencia, es preciso hacer hincapié en
el carácter contingente de que esto suceda y defender un arte eficiente en su
aportación al mundo, ya sea de manera estética- física, como sensorial,
emocional, o como vehículo de ideas.
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