Es curioso ver
cómo una sociedad se desborda sobre sí misma. Cómo se llena el vaso, y el agua,
o el fango, rebosa y cae. Avelino Sala parece recoger los escombros de esa
sociedad en la muestra Locked
In Syndrom. La exposición, formada por un conjunto multimedial de piezas, parece ser los restos del derrame puestos en
bandeja.
En 2010 comienza
a componer la primera pieza, Arqueología
de la revuelta. Una colección de piedras colocadas en una vitrina con una
procedencia en común; las revoluciones sociales que nos han sacudido en los
últimos años. La primavera árabe, la explosión del 15m español, las protestas
en Brasil, las revueltas de Wall Street. La fecha y lugar de cada una están señalados en cartelas, pero la mayoría
datan del 2010. Este mismo procedimiento es el que sigue en la obra Sanpietrini;
como testimonio de las manifestaciones que presenció en Roma, un adoquín
vaciado en bronce y unos dibujos en grafito vuelven a dirigir la atención a las
revueltas, o al descontento que las originan.
Una colección de
bolígrafos Bic se suma a la fiesta.
Vuelta al colegio; a modo de chuleta, Avelino Sala graba en todos ellos, con un
punzón, la declaración universal de derechos humanos y los coloca uno al lado
de otro. Como ofreciéndonoslos, señala
directamente que los hemos olvidado y que necesitan ser recordados de esta
manera, que no deja de ser trampa. Cuidado que te pillan.
Este mismo cuidado, esta misma ocultación, es
la que proporciona la capa castellana que cuelga del techo en mitad de la sala,
en cuya espalda se lee la frase Descartiana Larvatus
Prodeo. (Avance enmascarado). La clase de poder, cuya corrupción y
ocultamiento es blanco constante en su obra, sigue sujetándose en el peso de la
tradición. Sala señala esto con el uso del latín, nuestra lengua madre, una
segunda vez; en las letras de neón que
forman la pregunta Cui Prodest
(¿Quién se beneficia?). En tela de juicio, sin duda, la ética de los políticos.
Más; Retratos de personas que participaron en el 15m. Una serie de fotos en
torno a idea de la quema de la bandera. (Acto que aprovecha para minimizar con
el pequeño tamaño y las esquinas redondeadas de los marcos). Las obras que
presenta no dejan de ser pruebas de algo que ya no existe más pero que se
caracterizó por su intensidad y potencia.
Si hay un suelo común en el conjunto es la
sensación de tetraplejia o incapacidad de movimiento. La muestra es estática, no propone salida sino
concienciación, no es una alternativa
sino mera denuncia. Podría parecerse al álbum de fotos que todo viajero realiza
al regresar del viaje, pero Sala sólo lo
forma como prueba del desastre. Recrea, a partir de un lenguaje de signos, la
red en que nos vemos encajados por los sistemas de poder, para hacerlo un poco
más visible a nuestros ojos, o quizá sólo más llamativo, porque visible desde
luego que ya es. Alberto Greco decía que
la función del artista no es crear, sino
señalar con el dedo al punto que debemos
mirar. Avelino secunda y encarna sin
duda esta afirmación. Quizá es pesimista
lo que nos trasmite, pero es positiva su
intención última, veo un pelín del luz al final del todo.
Avelino Sala cree que un cambio es posible a
partir del arte. Cree en su poder para avivar una toma de conciencia y de
postura; y pone en la mesa con temas que, si bien no son los más alegres, necesitan
de uno o varios debates más antes de ser
abordados. Nos enfrentamos, delante de estas piezas, a los restos de lo que
sucede. Con la rapidez de un directo, fósiles
de la actualidad nos incitan firmemente a una necesaria reflexión.
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