domingo, 9 de febrero de 2014

Black Blocks, Black blocks…What you gonna do?
Sarah Serrano Pino


Vivimos en la época de la distopía.  Esas sociedades descritas muchos años atrás por Orwell o Kafka ya no nos resultan el producto de las fantasías de sus autores, nos suenan tan cerca como un susurro al oído, las tenemos delante de los ojos casi sin habernos enterado pues la invasión ha sido progresiva y silenciosa. No obstante, siempre hay alguna acción o decisión que no sabemos muy bien de dónde procede -debido a la desinformación que lleva como lema “así son las cosas y así se las hemos contado”- y que no puede pasar desapercibida; y es entonces cuando se produce el levantamiento de las calles. Un levantamiento tan metafórico como real que Avelino Sala (Gijón, 1972) convierte en el centro de su muestra, creando obras como Arqueología de la rebelión, otorgando  a cada adoquín arrancado de esas calles (de Roma, Londres o Madrid) un espacio individual en la vitrina y reivindicándolo en la memoria, apelando por la desactivación de ese estado de Locked-in Syndrome.

Sala recurre a la barricada como elemento vivo y activo.  Ya no se trata de la barricada defensiva en el cuerpo a cuerpo que pintaba Courbet, ahora alcanza otros niveles reivindicativos, como el de la barricada mental que proteja de la distorsión y el olvido los acontecimientos  realmente importantes de la sociedad en la que vivimos, e incluso es susceptible de ser elevada a la categoría artística a la manera irónica en que lo hace el artista mediante el vaciado en bronce de uno de los ladrillos facilitados por el movimiento Black block italiano. Ciertamente la barricada está muy presente en nuestros días, en un mundo dominado por  el terror, por el miedo al “otro”, las levantamos  en nuestras urbanizaciones privadas a modo de vallas o muros, las encontramos en las autopistas que separan barrios pertenecientes a distintas posiciones de la jerarquía social. Ese miedo a lo diferente o hacia aquello que se sale de la norma es el germen de otras dos obras de la muestra. La primera es la gran capa colgante  que lleva el sello Larvatus Prodeo, con inevitables referencias a los modus operandi  “ocultos” de política actual que se están convirtiendo en algo tan castizo como la propia capa; la segunda es el dúo de aguadas en las que nos muestra que la autentica máscara se encuentra debajo del rostro. En la época de la hipervisibilidad esto no nos resulta extraño, se han invertido los polos y, por tanto, la máscara, más aún en las figuras públicas como  las de nuestros gobernantes. 

Avelino Sala siente suyo el deber de mostrar, a través de sus obras, lo expuesto que se encuentra el hombre actualmente y de agitar las consciencias adormiladas de la época de lo correcto (cito Anxiety y Cui Prodest). Se conoce la norma pero no se respeta y esa situación de vulnerabilidad provoca de manera inevitable ansiedades que terminan por romper en estallido o revuelta, a veces fructífera y otras condenada  a lo momentáneo (como viene siendo la tónica). Estamos lejos del 68, la capacidad de reacción se está anulando a pesar de que los derechos se vulneran de manera constante en favor del que se beneficia, y la situación se precipita hacia lo insostenible. Como  se dice en los primeros segundos del film de Mathieu Kassovitz , La Haine: “Es la historia de un hombre que cae de un edificio de 50 pisos. Para tranquilizarse no para de decirse: hasta ahora todo va bien, hasta ahora todo va bien. Pero lo importante no es la caída, es el aterrizaje”.    

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